Hay quienes nacen entre pañales de seda y quienes lo hacen entre romances y bordados como Javier, un valdepeñero de 21 años que lleva desde su adolescencia investigando la historia de nuestra región.
Su curiosidad y ansias por preservar algo tan inmaterial como el sentimiento de una voz le llevó a grabar los cantos de su abuela paterna. “Lo que no se guarda, se pierde”, comenta el investigador etnográfico. “Ella fue la primera mujer que grabé para que sus canciones no quedarán en el olvido y luego seguí con personas mayores en los pueblos”, explica. Así fue como comenzó su trabajo de campo.
Pero Javier no solo se quedó prendado de los cantos populares y en sus viajes comenzó no solo a recoger y grabar nuestras raíces musicales. Otras tradiciones orales, escritas e indumentarias calaron en el corazón del veinteañero.” En mi casa siempre ha habido costura. Siempre he visto coser a mi madre y a su madre y yo me interesé por unir la historia con esta tradición textil”, expone Ramírez quien confiesa su época histórica preferida para el estudio de las prendas: de 1840 a 1910 aproximadamente, fechas en las que podemos hablar de indumentaria tradicional.
Javier recoge prendas y confecciona réplicas de aquello que no se ha logrado recuperar. Una tarea que saldrá a la calle en menos de un mes. “En septiembre tenemos intención de salir con una asociación acompañando con doce conjuntos. Vamos a vestir a 8 mujeres y 4 hombres que van a ir representando una época comprendida entre 1860 y 1880”, anuncia el etnográfico.
Y si Javier habla en plural es porque no puede dejar sin mencionar a su abuela. El tema del patronaje lo lleva él, pero su abuela materna le ayuda a coser las piezas. Unas elaboraciones que les pueden llevar incontables horas. “Toda la elaboración desde la ropa interior hasta lo más exterior que podría ser la mantellina se hace en un periodo de mes y medio, dos meses”, explica Javier.
Eso simplemente si contamos la confección de algunas piezas para un único conjunto. A este tiempo invertido hay que sumarle el de investigación, recogida de piezas y el de preparar a los modelos. Para mostrar esto Javier acude a este encuentro con Valdepeñas Digital con dos modelos, Miriam y Susana, quienes visten dos atuendos tradicionales: “Uno de ceremonia y otro que se pondría una mujer de una familia agricultora adinerada para ir a misa”.
“Llevamos encima cada una entre ocho y doce kilos y entre peinado y vestirnos se ha tardado entre dos y tres horas”, explican las modelos. Las chicas lucen piezas auténticas del último tercio del siglo XIX como la joyería, peinas, abanico y manillas de aljófar. Unos complementos y prendas que podremos ver en septiembre, pues estos son dos de las ocho indumentarias de mujer que Javier sacará en la Ofrenda de Flores el 7 septiembre.
Para mostrar estas prendas Javier confiesa la suerte que tiene de contar con personas que le apoyan en su proyecto. "Estoy muy agradecido a todos los que están colaborando: modelos que se prestan a vestirse, gente que apoya la idea y dedica su tiempo a investigar e ir conmigo moviendo el trabajo de campo, a Belén dedicada a la imagen y el sonido y en especial a mi abuela María Rosa que es el pilar fundamental de mi trabajo. Sin sus manos, experiencia y amor esto no podría salir adelante" comenta emocionado Javier. Aunque también reconoce que está “ampliando fronteras”. Cada vez es más gente la que entiende su proyecto de hacer “lo nuestro, nuestro de nuevo”.
“La mayor parte de la colección es recogida por los pueblos, aunque no es fácil. La gente no está acostumbrada a estas cosas y no suele abrirse a la primera, pero al final, explicando bien la causa, suelen portarse bien. Lo que queremos es recoger la tradición”, recuerda el valdepeñero.
Al no constituirse como asociación, todo lo que consigue Javier o cose sale de su bolsillo como su tiempo e ilusión. Este estudiante de logística pasa su tiempo libre en el siglo XIX y aún recuerda con una sonrisa el que considera su logro del que se muestra más orgulloso: su primera sesión de fotos.
A largo plazo, el objetivo de Javier es formar una asociación etnográfica que pudiera englobar en toda la provincia. “Me gustaría que el folclore de Valdepeñas se pudiera mostrar en cualquier otro pueblo de Ciudad Real y viceversa”, asegura.
Así anima Javier a los valdepeñeros a conocer por qué y cómo las tradiciones viven en pleno siglo XXI. Compartir sinergias folclóricas y poner en valor nuestras raíces son los frutos por los que se mueve este amante de la etnografía.