Decía un escritor británico que hay un tiempo para hablar y otro para recordar, y en este caso y a propósito del I Memorial “D. Esteban López Vega”, organizado por el partido popular cuando se conmemoraba el XXIX aniversario de su fallecimiento, me ha dado pie para hilvanar unas líneas que sirvan de recordatorio tanto de la figura humana, como de servidor público de D. Esteban, que entregó su vida por Valdepeñas.
La verdad es que resulta imposible entender la historia de Valdepeñas de las últimas décadas del siglo pasado sin tener en cuenta la trayectoria del alcalde Esteban López Vega.
Nacido en Valdepeñas, un 31 de julio de 1928, en el seno de una familia modesta. Estudió en el colegio Jesús Baeza, pasando posteriormente al entonces Instituto Bernardo de Balbuena, trasladándose a Córdoba donde logró la licenciatura y el doctorado de la Facultad de Veterinaria, y al mismo tiempo logró el título de Maestro de Enseñanza Primaria. Amplió sus conocimientos de veterinario en Italia y Francia, siendo becado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Huérfano de padre y madre en su juventud, se casó como Tomasa (Tomasita) Calatayud Espinosa de los Monteros, y fruto del matrimonio nacieron dos hijos, Esteban y Belén.
Fue presidente del Sindicato de la vid, así como de la Cooperativa “La Invencible”, promotor de Colival, promotor-fundador de Frimancha, miembro del Consejo Rector de Caja Rural Provincial, presidente de la hermandad de labradores, miembro de la conferencia de poderes locales y regionales del Consejo de Europa, presidente de Manserja, miembro del comité ejecutivo de la Federación Regional de Municipios y Provincias, consejero de Comercio y Turismo del gobierno de la Preautonomía, diputado provincial, diputado regional, y no fue senador porque el pueblo no sabemos si le dio la espalda o prefirió que continuara en Valdepeñas.
Alcalde presidente del Ayuntamiento de Valdepeñas desde 1976, siendo elegido consecutivamente las tres primeras legislaturas de la democracia, desde 1978 a 1991, tanto con UCD, como con Alianza Popular y Partido Popular.
López Vega, mientras permaneció al frente de la Alcaldía, asfaltó el firme de calles terregosas, mejoró las entradas a la ciudad, dotó a Valdepeñas de una gran infraestructura museística, acabó con la sed de la población tras la construcción de las presas de “Fresneda” y “Mari Sánchez-La Cabezuela”, y modernizó una ciudad, ocupándose de emprender una gran transformación en todos los barrios, que con tanta frecuencia visitaba.
Y puso a prueba su responsabilidad un primero de julio de 1979, que fue un auténtico bautismo de fuego para D. Esteban, tras la riada que asoló la ciudad.
Lo recuerdo con el rostro sudoroso, la camisa por fuera, calzando unas botas de agua llenas de barro, sin afeitar, sin haber dormido en toda la noche, recorriendo la inmensa zona afectada que nos dejó la riada, además de la pérdida de 22 vidas humanas.
Para reconstruir la ciudad, llamó a todas las administraciones, algunas le atendieron, la mayoría, y si alguna se hacia “la sueca”, allí estaba D. Esteban sentándose en la antesala del Ministerio que no había atendido las reivindicaciones, esperando la salida de la autoridad.
Sufrió a principios de la década de los 90 una caída por la escalera de la “Casa de la Tercia”, que precipitaría su posterior desenlace, ya que le provocó un proceso cancerígeno.
En el mes de abril de 1992 fue objeto de un multitudinario homenaje, que se convertiría prácticamente en su última aparición pública.
Moría tras no superar ese proceso cancerígeno en el hospital “Gutiérrez Ortega” un jueves 27 de agosto de 1992. El salón de plenos se convirtió durante unas horas en su capilla ardiente. El Ayuntamiento que entonces presidía Salvador Galán Ruiz Poveda, decretó dos días de luto oficial.
La misa exequial la acogió la parroquia de la Asunción, dándose cita políticos de distintas formaciones. Su pueblo no le respondió para darle el último adiós.
Se nos fue hace ya 29 años, un líder carismático. En la flaca memoria (a veces) queda su entrega, su generosidad, su valía, su honestidad, su lealtad a Valdepeñas, su personalidad, su imparable ritmo de trabajo. Dormía poco y madrugaba mucho.
Que los colores políticos no permitan cegar, ni en este, ni en ningún otro caso, las virtudes humanas de un hombre como D. Esteban que trabajó por Valdepeñas al límite de sus posibilidades.
Para D. Esteban, la labor municipal no fue lo más importante, si no lo único importante.