Ayer mismo, el consejero de Agricultura de la región, Francisco Martínez, incidía en que el futuro agrario pasaba por el relevo generacional. Lo cierto es que siempre ha habido una nube de preocupación sobre el interés de los jóvenes por dedicarse a esta serie de labores que mejor nos representan a los castellano-manchegos. No es el caso de Juan Jesús Gil, un agricultor y ganadero de tan solo 21 años que lo tuvo claro desde que era pequeño.
El trabajo en el campo fue un sector de los que desde el primer momento de la llegada de la pandemia se consideró esencial. De hecho, siempre lo ha sido y más aún en Castilla-La Mancha, donde más del 45% de los casi 80.000 kilómetros cuadrados de superficie están cultivados.
Juan Gil (padre de Juan Jesús) sabe muy bien lo que conlleva sacar adelante el cereal, el olivo o la parra de la vid. Desde los años 90 se dedica en cuerpo y alma a sus hectáreas en la provincia de Ciudad Real. Él mismo sufrió en primera persona una crisis económica que le obligó a reinventarse y por eso ha apoyado en todo momento a su hijo Juan Jesús, que con 21 años ya es el futuro de la empresa familiar.
Con tan solo 18 años y, porque las bases no se lo permitían antes, presentó su proyecto para solicitar la ayuda de la Junta a la creación de empresas agrarias por jóvenes. Han sido dos años de papeleo, espera y esfuerzo en los que siempre estuvo al lado Juan padre. Por eso ahora, aunque las tornas han cambiado, siguen siendo jefes el uno para el otro. Y es que no solo la agricultura les une. Tienen más de 80 cabezas de ganado entre 50 madres y 2 toros, además de alrededor de 17 novillos.
Sin duda una rutina que nos provoca envidia sana por ver a una pareja de las que ya no quedan, disfrutando de lo que hace y compartiendo esfuerzo. Todo un retrato vivo de la Castilla-La Mancha de toda la vida.