viernes. 27.12.2024

Otras memorias, Chirbes

Cafés Literarios
Cafés Literarios

Una vez más le animo a comprarse algo de ropa, qué bien te sienta le digo y, desde el probador, ella me sonríe con su nueva camisa. Para corresponder quiere regalarme un libro. Elige, me dice. ¿Pero qué título?, ¿de qué genero?, me pregunto interiormente. Reviso las estanterías de la librería y me decanto por el primer volumen de memorias del escritor valenciano Rafael Chirbes. He leído algunos libros suyos bastante interesantes, pero veremos qué tal resultan los "Diarios, a ratos perdidos 1 y 2".

Sin embargo tengo mis reparos y espero no obsesionarme con este autor como me pasó con la familia Panero, porque leí tanto sobre ellos, que terminé un poco saturado. Quizás por eso no me sorprende el veredicto de Claudio Rodríguez tras visionar "El desencanto", pues, en una carta a Felicidad Blanc, desmitificándolos, apostilló: "Sois unos señoritos de Astorga y nada más".

El comentario anterior viene a cuento porque en un momento del relato, Chirbes,  refiriéndose a los escritores de la llamada "Escuela catalana", alude a un par de ellos con el calificativo de proletarios, vocablo que va quedando en desuso. No en vano, Rafael Chirbes terminó siendo uno de los mejores escritores de este país a base de esfuerzo y empeño. Quizás su origen humilde le inducía de manera irreflexiva a tener reparos sobre otros literatos con posibles o de ascendencia acomodada.

Tiene este volumen de más de cuatrocientas páginas un par de prologuistas que relatan algunas reflexiones sobre lo que vamos a leer. Me sorprende que uno de ellos sea Marta Sanz, que titula su introducción: "Servaliente y no tener miedo" como un aviso de lo que nos vamos a encontrar en estas memorias. Acostumbrado a escucharla en  un programa de radio matinal, la escritora me desconcierta con su dictamen como conocedora de Chirbes y la percepción de su obra. Como quien contempla, a través de una ventana, una escena doméstica. Puro Hoper, dice ella.

Como tantos otros, el escritor se buscó la vida, trabajó sí, pero también su oficio le permitió viajar, acometer proyectos y, sobre todo, escribir.

Evidentemente para escribir hay que leer, y Chirbes fue un desmedido lector, no en vano una parte importante de su ocupación fue la crítica literaria. Ni siquiera mínimamente me acerco a la gran cantidad de títulos sobre los que reseña y opina, imposible. Sin embargo, me alegra el haber compartido alguno de ellos.

El primero que me encuentro es "Tejas verdes", diario de un campo de concentración en Chile, del escritor chileno Hernán Valdés. En una nota preliminar, su autor explica que el libro pudo por fin editarse porque la Junta Militar chilena incumplió un acuerdo con el gobierno español para comprar una partida de camiones, eligiendo a Estados Unidos en lugar de lo acordado con España.

Después me encontraré con "Sueños", de Quevedo, un libro que empecé a leer al iniciar un viaje en tren.

Me abruma la gran cantidad de títulos y autores que le interesan a mi tocayo. A veces pienso que pertenece a un grupo de elegidos o privilegiados, individuos capaces de recordar citas y argumentos, que analizan las grandes obras de la literatura, e incluso toman partido por uno u otro autor. Una literatura para minorías, para excéntricos o para estudiosos que me viene grande y más en los tiempos que corren donde la imagen, el instante y la precariedad  imponen un ritmo de vértigo, casi incompatible con el placer de leer.

Como él, también he leído "El pianista" de Vázquez Montalbán y, según su criterio, la mejor novela del escritor barcelonés. Pero ya no recuerdo la trama pues mi simpleza lectora me conduce a su personaje estrella, al detective Pepe Carvalho, a sus pesquisas y a sus aficiones gastronómicas.

Me sorprende que Chirbes haga referencia a la lectura de "Las cosas como fueron", la autobiografía de Francisco Nieva, destacado personaje del que ahora se conmemora el centenario de su nacimiento. Un acontecimiento que ha tenido una repercusión muy limitada en el ámbito cultural a pesar de que Nieva es uno de los grandes dramaturgos europeos de mediados del siglo veinte y veintiuno.

Tras su lectura, Chirbes dice: Me gusta mucho y me deprime, aunque también me hace participar en la idea de la amplitud y continuidad del modo que sea en la cultura, que tanto echa uno de menos últimamente: la sensación de que formas parte de algo que viene de algún lugar.

En su faceta de crítico literario era o fue muy exigente; tenía sus escritores preferidos y, claramente, utilizaba su intuición para desenmascarar a otros, como hacía en   Ozono, una publicación de la época de la Transición donde Chirbes colaboró demostrando ser un articulista riguroso. Recientemente se ha editado un libro sobre aquella revista titulado "Ozono: Un sueño alternativo 1975-1979", que recrea las portadas de los números de aquellos años y pone en valor la diversidad de su contenido mostrando la vanguardia cultural de la época.

Entre sus páginas hay un revelador artículo sobre la figura de Ramón Tamames acerca de su novela "Historia de Elio" que fue finalista del premio Planeta en 1976. En relación con el devaneo político-literario del entonces dirigente comunista, Chirbes se anticipó con clarividencia a la deriva ideológica del personaje firmando una crítica demoledora. Tampoco tiene pelos en la lengua sobre el editor de la misma, del que dice: yfantasma al que teme especialmente -y detesta- quien esta crónica escribe.

Tampoco tuvo en alta estima a la pareja Gala-Dalí, a los que tilda de farsantes sin escrúpulos; y explica el porqué de su odio ante el comportamiento del pintor con sus compañeros de generación y el afán mercantilista de ambos.

De vez en cuando refleja su admiración por Galdós y por su amiga, y valedora, la escritora Carmen Martín Gaite. Como ella, también él colecciona cuadernos donde va reflejando a grandes rasgos sus lecturas, su estado de ánimo, sus viajes, retazos de su vida privada e incluso sus achaques y dolencias.

En el curso 2013/2014 nuestro club de lectura se desplazó a la vecina ciudad de Fuenlabrada para participar en un encuentro con el autor de "Crematorio", una de sus novelas más famosas o más reconocidas por los lectores. Aunque aquel "Café Literario" fue tan interesante como agradable, recuerdo que durante el coloquio se mostró tan realista que parecía un pesimista; no obstante, al final del acto, el escritor amablemente aceptó fotografiarse junto a nosotros. Quién iba a pensar que fallecería tan pronto.

En ningún momento pude intuir lo que a través de estas páginas ahora me transmite. Siento un cierto reparo ante los detalles de una vida privada donde hubo demasiadas copas, amantes, sexo y drogas. Reconozco que debo desprenderme de mis prejuicios morales a la hora de leer, sobre todo biografías, ya que al fin y al cabo todos tenemos una vida privada u oculta. Así, si hemos idealizado al escritor, luego, al conocer su yo íntimo, puede defraudarnos.

Sin embargo, aunque no he terminado su lectura, desde el primer momento entendí que debía escribir algo sobre este libro que, de alguna manera, a la vez que me interesa, me crea desasosiego. Según las reseñas fue el mejor libro del 2021 de una lista elaborada por escritores muy solventes, pero todo es subjetivo. Él mismo se cuestiona comparando con otros baremos cotidianos la calidad de la literatura de unos u otros, y dice así: ¿Quién está capacitado para establecer un escalafón?, ¿recoger solo a los que merecen la entrada en el panteón para ser venerados?, ¿y esos quiénes son?, ¿escogerlos?, ¿y eso cómo se hace?, y, sobre todo, ¿quién coño lo hace?

Pero como un simple lector, reconozco su gran calidad y, sobre todo, me sorprende su habilidad para mostrarnos una recopilación de asuntos tan distintos como la crítica literaria, relatar viajes, hacer reflexiones sociales y políticas o exponer su intimidad a través de los estados de ánimo del momento.

Chirbes fue un gran escritor que luchó interiormente por superarse, un hombre atormentado, exigente con los demás y consigo mismo, posiblemente ácido pero que siempre trató de imprimir en sus novelas una realidad que no le gustaba. Supongo que su impudor a la hora de contar apenas importa cuando has pasado a mejor vida. Sus cuadernos de apuntes a modo de diario han terminado siendo editados. El escritor  dice y se desdice, se hace trampas porque al final todo trasciende y lo privado se hace público, pero qué importa ya.

Él dijo: "Por eso la vida es una novela mal resuelta". Y seguramente tiene razón. Ahora bien, la lectura de estos diarios repletos de detalles me conducen a pensar que los conceptos sobre genialidad y exceso están íntimamente ligados. Aunque me cueste reconocerlo, es más común de lo que pensamos en literatura y en muchas disciplinas relacionadas con el arte.

Supongo que para acometer la lectura de los otros dos volúmenes pendientes deberá pasar un tiempo, todo se andará, de momento seguiré atento a estas memorias que  me interesan tanto como me desazonan. Definitivamente debo vencer mis prejuicios lectores y, aunque hago mía su frase: Me molesta ir perdiendo curiosidad, seguramente más pronto que tarde terminaré por leer el resto de sus diarios, aunque sea a ratos perdidos como dice en su título.

LIBROS
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