Viendo y escuchando a Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados el miércoles 26 de marzo, explicando la posición de España y su Gobierno ante los retos a los que se enfrenta Europa, me dio por pensar que estaba pilotando un barco en mitad del Pacífico, en medio de una terrible tormenta y enfrentado a tres corrientes de olas, de un considerable tamaño. ¿Cómo salir de esa tormenta? La situación tiene una salida muy difícil. Pero ahí estaba, dirigiendo el timón y sin amedrentarse. A unos les parecería que maniobró bien, a otros que no; pero estaba donde debía estar.
La tormenta es muy fuerte. Europa tiene por un lado a dictadores sin escrúpulos, con la única obsesión de apoderarse de territorios que no les pertenecen. Son las luchas territoriales, que siempre han dominado las aspiraciones de los más fuertes. Es el robo del fuerte al débil, impropio de un siglo XXI, en el que los pueblos se mueven -deben moverse- en el bienestar de sus ciudadanos. Por otro lado, los que quieren invertir el orden internacional que tanto nos ha costado establecer. Esa es la tormenta que sufrimos, y en la que Pedro Sánchez se está viendo rodeado.
El PP le acusó de no concretar cifras y detalles. Tiene razón el PP. Pero es que ese no era el objetivo de la comparecencia; el objetivo es mucho más general, mucho más elevado. El objetivo de la comparecencia era fijar la posición en la que debemos situarnos todos; todos juntos. Ahora toca posicionarse; toca diseñar una ideología; toca moverse en los altos niveles de la política; toca fijar una visión de futuro; toca estudiar y analizar los peligros de la tormenta que se nos ha echado encima. Y sobre todo, toca adoptar una posición consensuada; unidos por un interés superior.
El problema es que Pedro Sánchez se encontró en medio de tres frentes, difíciles de reconciliar porque caminan por derroteros muy diferentes. Por un lado, la posición en la que se mueve la Unión Europea, y de la que somos parte; en segundo lugar, el único e insistente objetivo de las derechas españolas que no miran más allá de cómo echar a Pedro Sánchez; y en tercer lugar una izquierda en la que sus dogmas anclados en el pasado le impiden ver lo que tenemos en este momento. Algunos si lo han visto, sí estuvieron a la altura. Pero esos tres frentes vetan la posibilidad de consensos que nos hagan fuertes ante la tormenta.