sábado. 23.11.2024

¿Dónde está el límite?

Artículo escrito por Julio García-Casarrubios

La política se ha dirigido hacia unos derroteros que si no hay alguien que lo detenga puede peligrar la convivencia democrática. Nadie está exento de culpa; todos tenemos una parte alícuota de culpabilidad. Pero, ojo: eso no significa que todos son iguales. Los ciudadanos de a pie no podemos caer en la falacia que algunos nos quieren vender: “pero si todos son iguales”. NO. Un sector político y mediático, cuando se sienten en ventaja, califican a los adversarios de malos, rojos, comunistas. Pero si se sienten afectados por una dura realidad, entonces “todos son iguales”.

No; todos no son iguales. Cuando gobierna la derecha, se le critica, -quizá con dureza-, en unas cuestiones, o se les apoya en otras cuando afectan a la estabilidad de Estado. Pero existe paz y normalidad democrática. Pero ¿y cuando gobierna la izquierda? Solo hay crispación, polarización y odio; solo se perciben ataques feroces. “Todo lo hacen mal” “La izquierda llega al poder por procedimientos ilegítimos” “Hay que echarlos del poder” “Son la ruina de la nación”. “Traicionan a los muertos” “Se alían con terroristas, y con los que quieren romper España”. No existe otro mensaje.

Una moción de censura no es una traición, ni es una deslealtad, es una fórmula plenamente constitucional que permite acabar con una situación de gobierno, que algunos consideren inaguantable. Lo detestable es la compra de votos al más puro estilo tamayazo; lo malo, lo indecente, es el transfuguismo que hace cambiar mayorías. Se puede estar de acuerdo o no, con la motivación de una moción; se puede interpretar como necesaria innecesaria; se puede considerar constructiva o no. Pero es legal, es legítima, es constitucional. La compra de votos no.

Es legítimo luchar por alcanzar el poder, pero no a cualquier precio. No vale todo. Las grandes crisis que ha sufrido España en nuestra historia han sido siempre por la polarización ideológica, por la ruptura de la convivencia, por la falta de consideración y respeto al adversario, por las desigualdades sociales, por sembrar el odio entre unos y otros. Esa es la irresponsabilidad a la que algunos, -no todos-, están entregados. A la corrupción y a la desigualdad, ahora le añaden polarización, odio y crispación. Los que no están sumidos en esta dinámica están obligados a poner límite; a transmitir a la sociedad que hay otra manera de hacer política.

¿Dónde está el límite?