La experta «jurista» Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno de España y ministra de Trabajo y Economía Social, ha pedido audiencia a Carles Puigdemont en su dorado exilio de Bruselas para rendirle pleitesía y pedirle perdón por la injusticia que ha cometido con él y sus minions el Estado español y, de paso, rogarle tenga a bien dar orden a los 7 diputados y diputadas de su partido, Junts Per Catalunya, para que propicien, vía voto favorable o abstención, la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España, con ella, se supone, de vicepresidenta primera y ministra de ya se verá qué. A cambio, le prometerá una ley de amnistía (ad hoc y coyuntural o general) para los participantes en la proclamación unilateral de la República Catalana en 2017, un referéndum vinculante con vistas a la independencia de Cataluña con respecto al Estado español y la condonación (en realidad, una mutualización) de la deuda de la Comunidad Autónoma de Cataluña (o ya la República Catalana) con respecto al Estado español. Nada, minucias…
Varios juristas han puesto ya el grito en el cielo y han sugerido la posibilidad de que Yolanda Díaz, por este simple hecho (Código penal, art. 408, que se refiere a la «autoridad o funcionario que, faltando a la obligación de su cargo, dejare intencionadamente de promover la persecución de los delitos de que tenga noticia o de sus responsables») deba ser inhabilitada para empleo o cargo público durante de seis meses a dos años. Sin perjuicio de las acciones que pueda poner en marcha quien deba entender de estos hechos, parece claro que el Presidente del Gobierno en funciones debería llamar a capítulo a la vicepresidenta segunda para comunicarle que la aparta de toda función de representación del Gobierno, ya que su destitución no es formalmente posible al estar en funciones (algo con lo que, con seguridad, contaba la «jurista» Yolanda Díaz) e incluso forzar su dimisión. Caiga quien caiga. Fiat iustitia et pereat mundus. Esto no sucederá…
Recuerde el lector que Yolanda Díaz delegó en su mano derecha y mujer fuerte de Sumar, la presidenta del partido Marta Lois, la protocolaria reunión con Núñez Feijóo (que no es un prófugo de la justicia) mientras ella se reservaba y organizaba el viaje a Bruselas (para reunirse con un prófugo de la justicia). Se ha de dar por supuesto que el viaje (avión, hoteles, comidas, cenas, copas…), presentado de manera inverosímil como un movimiento político de Sumar, no del Gobierno de España, se ha pagado con fondos del partido (o sea, con impuestos extraídos del bolsillo de los españoles) y no con cargo al erario (impuestos extraídos del bolsillo de los españoles…). Marta Lois (Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación y Doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Santiago de Compostela, exconcelleira de Igualdad, Desarrollo Económico y Turismo del Ayuntamiento de Santiago de 2015 a 2019, según su compañera Ione Belarra, licenciada en Psicología, una «recién llegada a la política», cuyo nombramiento como portavoz del partido en el congreso «ha sido un error» de Díaz… Se desenfundan los cuchillos largos) se ha cubierto las espaldas, manteniéndose al margen para no salir en la foto y, llegado el caso, poder cortarle la cabeza a la Líder Suprema. «César, cuídate de los idus de marzo…»
Comentando «en directo» los acontecimientos de Bruselas, un profesor de un instituto de Valdepeñas, de altura intelectual superior (y entrañable amigo de quien esto escribe), formulaba la siguiente pregunta y esbozaba una respuesta: «¿Qué pensará un europeo medianamente informado? Se volverá loco». Se le contestó: «¿Quedan de esos?/Europeos informados…/Locos, seguro…» Pues pensará que España es el manicomio que admite la vergüenza de que una vicepresidenta del gobierno en funciones y su equipo acudan a Bruselas a negociar con un prófugo de la justicia la investidura como presidente del gobierno del candidato de otro partido (que cierra bocas y filas, recias, marciales…), que reniega de ella y su operación, pero no la descalifica ante la opinión pública rotunda y despiadadamente, como en otras ocasiones más triviales ha hecho sin pestañear, para al menos, dar la sensación de que se tiene principios. «Gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones». Cada país tiene el gobierno que quiere y se merece. Y ahora que parecía que se estaba desmontando la «Leyenda negra», nos empeñamos en fomentar otra. Pero no la van a llamar así. La llamarán «Marca España», la auténtica…
Toca achantar.