Si analizamos con detenimiento el verano que está a punto de acabar podemos decir sin temor a equivocarnos que, a pesar de la relativa anomalía por la situación que atravesamos, apenas este tiempo de asueto y de descanso se ha diferenciado demasiado de años anteriores; si acaso hemos notado la lógica disminución de turistas extranjeros que han elegido nuestro país para disfrutar de sus vacaciones, un déficit que hemos tratado de solventar con el turismo nacional que se ha animado a visitar nuestras playas y otros lugares de interés.
Como suele suceder en este periodo de vacaciones, todo se ralentiza hasta el punto de que parece pararse el tiempo. La clase política se da un tregua y durante estos meses desaparece o mantienen batallitas de perfil bajo, para luego verles a todos a la vuelta, bien bronceados y con las armas cargadas para abordar el nuevo curso.
Qué decir de los grandes medios de comunicación que con apenas un par de temas han solventado la papeleta, además yo creo que también este año salió a relucir la serpiente de verano y el clásico que supone el avistamiento del monstruo del Lago Ness, una información bien acompañada de la mejor retórica pero vacua en contenido ha servido para entretenernos rellenando telediarios.
A mí, sin embargo, me llamaron la atención dos momentos puntuales en estos días de calor y holganza. El primero fue a primeros de agosto cuando los expertos sobre el clima de Naciones Unidas emitieron un informe sobre el cambio climático que nos avisó de las graves consecuencias si no se toman pronto las medidas necesarias.
Tres semanas antes las grandes inundaciones en el centro de Europa fueron como un anticipo y después, bien entrado el verano, varios países a orillas de Mediterráneo sufrieron grandes incendios. Evidentemente nada de esto es casual, cada vez más y más rápidamente el planeta nos avisa con desastres medio-ambientales sobre el grave deterioro que provoca nuestra actividad desaforada y capitalista.
Está claro que vamos tarde y difícilmente las grandes potencias económicas se van a poner de acuerdo porque cada cual quiere arrimar el ascua a su sardina. Les confieso que me cuesta entender que haya un mercado entre naciones sobre las cuotas de emisión de gases invernadero. Son las llamadas cuotas de flexibilidad adoptadas en el Protocolo de Kioto; pero vamos que en lenguaje popular es lo que solemos decir: Hecha la ley, hecha la trampa.
Tampoco entiendo demasiado esto de la energía limpia, cómo saber si la energía que llega a tu hogar la producen los aerogeneradores o vienen desde una central nuclear; sin embargo, la publicidad en estos temas es de una calidad que impresiona.
Para serles sinceros reconozco que, sobre el tema del clima, estoy medianamente preocupado. No quiero ser obsesivo y agorero con el futuro del planeta, ya que, seguramente, a mi generación ya no nos afectará mucho más. Pero ¿y nuestros descendientes?, ¿qué mundo les estamos dejando?, un mundo cada día más contaminado y mas desértico. Será que ya solo nos conformamos con los paisajes virtuales que vemos en nuestras pantallas, seguramente son fotografías tratadas con filtros y que se parecen muy poco a la realidad.
No pretendo ser un ingenuo, pues este tema es muy, muy complicado; sin embargo a veces pienso en esas pequeñas medidas, en esos granos que hacen granero pero que nunca se tienen en cuenta pensando en una solución.
Por supuesto que algunas decisiones no van a cambiarlo todo, pero qué me dicen del abandono de los montes. Año tras año vuelve el viejo comentario de que los incendios se apagan en el invierno. El cuidado, el pastoreo, la fijación de la población rural, esos pequeños detalles que salen a la luz como una publicidad más y que enseguida se olvidan, consignas de mitin para el político de turno.
En su momento se habló sobre el consumo de carne y del enorme gasto de agua para su producción, o de la emisión de gases contaminantes de la ganadería. Seguramente hablamos de macro-granjas o ganadería intensiva, de concentración de residuos y purines, de miles de animales en condiciones penosas etc., modelos que nada tienen que ver con la ganadería tradicional del pequeño rebaño que además fertiliza el suelo y genera empleo; tantas y tantas pequeñas medidas que nos pueden ayudar, como la siempre recurrida y nunca consumada reforestación, pero nunca se ejecutan.
Porque reconozcámoslo, todo está en función de la ganancia desmedida e inmediata. Ya lo dice la frase: Es el mercado amigo, y el ritmo de la naturaleza es totalmente opuesto a este vértigo en el que estamos atrapados.
Para concluir, el verano es generalmente la época en la que los malos estudiantes se esfuerzan estudiando para poder acceder a un nuevo curso. Y nosotros somos como esos malos alumnos que dejan todo para septiembre, porque hasta ahora, y de momento, en cuanto al cambio climático que se avecina apenas hemos tomado conciencia, no hemos hecho los deberes.
Ante esta actitud de desidia y pereza es lógico pensar que, como colectivo afectado, nuestra nota no puede ser otra que un suspenso general, y de seguir así, tan indolentes y despreocupados, difícilmente podemos reconducir la situación para, al menos, aliviar la presión del planeta.