¡¡Qué barbaridad, cuánta precipitación!!... Me pongo a escribir y ya tengo previstas las ilustraciones que acompañarán a un texto que apenas tengo esbozado en la mente.
Así, la primera fotografía será la estatua de Juana Galán, más conocida popularmente como "La Galana" y que representa la aguerrida figura de una mujer que se enfrentó a las tropas de Napoleón cuando intentaron atravesar la ciudad de Valdepeñas para combatir en la batalla de Bailén. Una fémina que, como tantas otras de su época, han pasado a la historia como ejemplo de resistencia, heroicidad y fortaleza. Aquí, en la capital, esa muestra de atrevimiento se le reconoce a Manuela Malasaña que fue ejecutada por los franceses. Mujeres famosas, mujeres de armas tomar, como también lo fueron Agustina de Aragón o la Fraila que destacaron por su coraje y arrojo frente al invasor, una actitud que evidencia claramente que la valentía no solo es cosa de hombres. Acuérdense los más mayores de la vieja cartilla militar donde en el apartado del valor habitualmente solía escribirse "Se le supone", una suposición que no deja de ser un tópico machista.
La otra imagen es un monumento que honra la memoria de las víctimas de la violencia de género y que se encuentra situado en el bulevar de mi barrio. Este símbolo de Venus en color morado es un reconocimiento a todas las mujeres que han sufrido y sufren la lacra de la violencia machista. Aunque de diferentes estilos, las dos esculturas referidas son un homenaje a la mujer.
Dicho esto, hay que admitir que el calendario anual de celebraciones se ha vuelto frenético, desbordado por temas y causas, pero debemos reconocer que algunas jornadas dignifican cuestiones banales que apenas carecen de importancia. Sin embargo, tiene especial significado que cada ocho de marzo conmemoremos el Día Internacional de la Mujer, aunque esta festividad podría trasladarse a los trescientos sesenta y cuatro restantes. Y no seré yo quien reniegue de la llamada discriminación positiva y menos sobre la importancia que la mujer tiene en la sociedad actual.
También mi amigo Manolo coincide en la necesidad de alcanzar la plena igualdad, aunque declara que tiene algunos reparos. Él, que siempre ha estado rodeado de mujeres, desde su abuela a su nieta, pasando por su madre, sus tías o sus hijas, que es la antítesis del machote y que en todo momento reivindica la importancia de ese matriarcado que tanto ha influido en su educación. Pues, a pesar de esa predisposición familiar, Manolo reconoce que hay algunas cosas con las que no está de acuerdo, que tiene sus dudas y que le cuesta entender algunos comportamientos del colectivo feminista que, según él, habría que matizar.
En una conversación informal me dice, mira, el machismo lleva instalado siglos y siglos y por mucho que queramos precipitar los cambios este asunto todavía tardará mucho tiempo en reparar el ninguneo al que han estado sometidas las mujeres desde que el mundo es mundo. Acuérdate cuando nos decían en la escuela que Eva fue creada de una costilla de Adán, ¡menuda barbaridad! Mi amigo deduce que quizás de ese relato nos venga metido en vena el sentido de posesión y supremacía que los varones creemos tener frente al género femenino.
Sigo callado y le dejo seguir con su razonamiento. Así pues, y animado por mi silencio, continua con sus matizaciones y me dice: Lo que no acabo de comprender es el empeño del movimiento feminista en darle la vuelta a la tortilla cuando ningún género debiera imponer su discurso, que lo importante es convivir y dialogar y reconocer los errores de cada uno. Está claro que los derechos de la mujer son in-negociables, pero me sorprende que, en su empeño por conseguir la pretendida igualdad, sobresale el intento de emular los comportamientos más perniciosos que tenemos los varones.
Si te soy sincero, me confiesa, odio algunos eslóganes que se vocean en las concentraciones de estos días, me parecen obscenos y fuera de tono. Por ejemplo, cuando las personas del género que sea pierden el sentido y la dignidad por la ingesta de alcohol es algo que me repatea y me pone los pelos de punta cuando escucho: "Sola y borracha quiero llegar a casa", es una sensación de disgusto que no puedo evitar. Pero como te digo esto, igualmente me desagrada cuando emplean el término "femi-nazi" para referirse a las conductas más radicales del feminismo.
Apunta Manolo, otra cosa es el asunto de las listas cremalleras, pues tengo mis dudas, me asegura. Igualmente las personas deben acceder a los cargos en función de sus méritos y que nunca debiera influir el género y ningún tipo de condición. Que para dirigir o participar en cualquier centro de poder solo debiera importar el currículo y la capacidad de gestionar de mujeres u hombres. ¿Acaso últimamente no sucede que hay más ministras que ministros?, me pregunta.
Manolo, desde el sentido común y su punto de vista, se sincera y me cuenta sus recelos sobre este tema. Mira, como tantos otros, pertenecemos a una generación que ha debido interiorizar las cambios que se han producido en la sociedad. A pesar de las actitudes machistas, incluso de nuestras madres, nos hemos acostumbrado a repartir las tareas del hogar puesto que nuestras compañeras también trabajan fuera de casa. Asumimos con normalidad que nuestro empresario o encargada es una mujer, que muchísimos de los docentes que enseñan a nuestros hijos son mujeres y que cada vez asumen más tareas de responsabilidad en ámbitos que hace tiempo nos parecían imposibles.
Y fíjate, nosotros, que hemos apostado porque nuestras chicas vayan a la universidad, que hemos conseguido que aquella coletilla de "hacerse una mujer de su casa" sea pasado nos sorprendemos ante unos chicos que, influidos por otras culturas u otras modas, perseveran en mantener su dominio frente a la mujer. Retrógrados que con su frívola actitud ponen en riesgo derechos como la igualdad, comportamientos que suponen un paso atrás y que cuestionan los avances que tanto nos costó conseguir.
Y supongo que para rebajar el tono y quitarle seriedad a su monólogo, riendo a carcajada limpia me dice: Será por eso que detesto la machacona melodía del reggaeton y sus letras tan ridículas como sexistas.