sábado. 23.11.2024

Carta a Ucrania

Artículo escrito por La Niña de la Linterna
Familia ucraniana llegando a Polonia

Foto: EFE/EPA/WOJTEK JARGILO
Familia ucraniana llegando a Polonia Foto: EFE/EPA/WOJTEK JARGILO

Impotencia. Esto es lo que me invade desde el 24 de febrero del 2022. Una impotencia que aprieta tanto que dan ganas de gritar. Creo que no soy la única, que este sentimiento se está propagando por todo el mundo como si de una plaga se tratase.

Desde que en ese fatídico jueves mi madre me llamó y me contó que Putin había decidido invadir Ucrania, mi cabeza no ha hecho más que divagar sobre qué está fallando. ¿Qué estamos haciendo mal?¿Por qué la historia vuelve a repetirse sin que podamos hacer nada para impedirlo?¿De qué nos han servido todos los actos en contra de la guerra? Nadie estaba preparado para esto. Nunca nadie podrá prepararse para algo semejante. Es inhumano.

En una sociedad en la que valores como libertad, diálogo o paz estaban más que normalizados, todo ha estallado por los aires. De un día para otro esa tranquilidad en la que creíamos vivir se ha desvanecido, dejando a su paso la cruda realidad, sin filtros. Un mundo peligroso y hostil donde, desgraciadamente, la violencia sigue siendo un medio para justificar cualquier fin.

Cada vez que intento ponerme en el lugar de los pobres ucranianos, se me pone la piel de gallina. Me imagino cómo puedes llevar una vida normal, yendo a clase, saliendo con amigos, disfrutando del tiempo en familia... Y de repente: ¡BOOM! Te despiertan las bombas y los disparos. Seguro que al principio sientes mucha confusión y tratas de convencerte a ti misma de que era una pesadilla más. Un efecto más del miedo que llevas tratando de acallar en lo más profundo de tu mente desde hace 8 años.

Hasta que la realidad te golpea fuertemente y te hace ver que no, que lo peor que podía pasar está pasando. Acto seguido supongo que el instinto de supervivencia es lo que invade la mente de cualquier persona en esta situación. Solo puedes pensar en salir de allí, alejarte del peligro y huir con tus seres queridos. Pero no es tan fácil. Las carreteras se colapsan, es imposible salir, y este tiempo te da margen para reflexionar sobre cómo de un día normal en el que tenías planes de futuro pasas a no saber si vas a salir de esta. También a pensar hasta qué punto estás haciendo lo correcto saliendo de allí. Te das cuenta de que has llegado a donde estás sin pensarlo, de forma automática y mecánica, y justo en ese momento empiezan a entrarte las dudas.

¿Debería quedarme?¿Tenemos alguna posibilidad? Porque no es solo tu casa llena de recuerdos lo que dejas atrás. Es tu hogar, tu país, tu cultura. Por no hablar de toda la gente a la que quieres. Comienzas a preguntarte si seguir huyendo o quedarte a defender tu país. Te aterra la idea de huir y dejar a los demás solos. En este momento, supongo que cada uno hará una cosa u otra en función de su situación personal.

Muchos padres envían a sus hijos a un lugar seguro y se quedan en Ucrania, luchando por algo por lo que no deberían estar luchando: su nacionalidad, su identidad. Otros deciden marcharse en busca de la paz y la ausencia de peligro. Sea cual sea el caso, esto no debería estar pasando y sin embargo es lo que estamos presenciando día tras día en las noticias.

Y yo, como española que soy, no puedo hacer otra cosa que donar lo que puedo para los refugiados que llegan a otros países. Y me da rabia no poder hacer más. Me da rabia ver las noticias y sentir que no podemos hacer nada para parar esta locura. He perdido la cuenta de las veces que se me han saltado las lágrimas. Que he llorado de ver el sufrimiento por el que están pasando. Muchos prefieren no ver nada y vivir en la ignorancia, pero yo creo que si hago eso, los estoy abandonando en cierto modo.

Tenemos que aprender que, por mucho que nos duela, no podemos mirar para otro lado. Ni tampoco podemos quedarnos mirando cómo acaban con ellos.

Es por eso que, por muy criticada que esté siendo la decisión de enviar armas a Ucrania, creo que es lo mínimo que podemos hacer por ellos. Ya que parten de una gran desventaja, si equilibramos la balanza quizá tengan una oportunidad de resistir a los ataques y plantar cara. Sé que duele mucho tener que tomar esta decisión, porque nadie está a favor de una guerra ni de la violencia. Pero esta es una situación extrema. Hay muchos que piden solucionarlo mediante la diplomacia. Llevan con las "negociaciones" desde prácticamente el principio. Y pongo esta palabra entre comillas porque no podemos llamarlo así. Cuando dos personas negocian, ambas acaban cediendo de forma proporcional. Sabemos que en este caso, atendiendo a la superioridad militar de Rusia, solo va a ceder Ucrania. Entonces, hablemos con propiedad. No es una negociación sino una extorsión a los ucranianos. Además, ¿cómo podemos llamarlo negociación si mientras hablan siguen bombardeando las ciudades sin piedad? Los conflictos no pueden resolverse mediante el diálogo en cuanto uno no quiere. Por mucho que queramos solucionarlo de esta manera, no depende únicamente de nosotros. Putin no quiere hablar. Así que no nos queda otra que tratar de enviarles ayuda.

Por otro lado, no paro de pensar en todas las familias que están sufriendo de forma directa por este conflicto, en todos los soldados rusos que están haciendo lo que no quieren por miedo a ser asesinados. Toda la población rusa que está en contra y está siendo encarcelada por mostrar su opinión.

Y mientras tanto, el presidente de Ucrania sigue al pie del cañón. Podía haber huido. Estados Unidos tiene diseñado un plan de evacuación del gobierno ucraniano. Pero Zelenski no se va de Ucrania. Dice que no va a abandonar a sus paisanos a su suerte, que se queda en su querida Ucrania para defender su libertad. Me parece una persona valiente, ya que sabe que más de 400 mercenarios andan sueltos por Kyiv con la orden de asesinarlo para conseguir la rendición incondicional ucraniana. Ya lo han intentado sin éxito, pero el presidente no se achanta y va más allá. Le está pidiendo a Putin que haga el favor de sentarse a hablar sobre lo que se puede hacer para acabar con esto. Y que se hable de verdad, no a 30 metros el uno del otro. Está retando a Putin a esto sabiendo que es capaz de hacer cualquier cosa y que su vida corre peligro más que nunca.

Por esto solo puedo sentir admiración por él, ya que no sé si cualquier otro habría reaccionado de la forma en que lo está haciendo él. Se merece todos mis respetos. No puedo culparlo cuando nos pide desesperadamente que le ayudemos y que no los dejemos solos y ante nuestro silencio se frustre y nos culpe. Porque yo en su lugar también querría ayuda para defender mi país.

También entiendo que nadie esté involucrándose de forma directa por el temor a una catástrofe nuclear con la que el tirano lleva amenazando desde el primer día de contienda.

Pero creo que tenemos que solucionar esto. Hay que pararle los pies, ya que no puede volver a tener su querida URSS. Porque si a todos los países les entrase esa añoranza de lo que en un día tuvieron y ya no, no saldríamos vivos nadie. Todos estaríamos en guerra con todos y ningún territorio sería de nadie.

Entiendo que se sientan solos, porque no estamos ofreciendo la protección que necesitan. Porque nadie se está atreviendo a dar un golpe en la mesa por miedo. Soy la primera que tiene ese miedo, no me escondo, pero por otro lado no puedo evitar sentir que los estamos abandonando a su suerte.

Todas y cada una de las noches cuando me voy a dormir, agarro mi cruz y me pongo a rezar. Le pido desesperadamente a Dios que se lleve a semejante ser de la Tierra.

Jamás en la vida habría imaginado que desearía la muerte de alguien con tantas ganas. Pero no me siento mal por hacerlo, ya que es la única solución para acabar con esto. Es la única forma de garantizar que esto se termina y que no hay ni una sola víctima más. Es duro lo que digo, pero, tal y como he hablado con mis seres queridos, es una vida a cambio de la de todos los demás.

Tenemos que acabar con esto YA. No podemos dejar que se salga con la suya. Tenemos que ofrecerles respaldo tramitando su ingreso en la UE y en la OTAN. Muchos dicen que esto es ilegal. Que Ucrania no puede ingresar en la OTAN porque es enemigo natural de Rusia. Pero nadie se cuestiona lo que de verdad hay que preguntarse: ¿Debería Rusia estar en organismos internacionales? Mi respuesta a esta pregunta es negativa, ya que para formar parte de estas entidades, el mínimo requisito debería ser que fuesen democracias. Rusia ni por asomo lo es. No puedes asegurar que vives en una democracia cuando has tratado de envenenar a la oposición y no haces otra cosa que cambiar la constitución para no levantarte de tu silla.

Por eso, creo que hay que apoyar a este país de forma incondicional y hacerles saber que no están solos. Pero no solo con palabras y aplausos. Sin duda son emocionantes, pero las palabras se las lleva el viento y los aplausos; también. Hay que responder con acciones.

Tenemos que hacerles ver que no los vamos a abandonar, que estamos juntos en esto.

Ojalá dejen de sucederse imágenes duras en la televisión. Que no tengamos que llorar ni una muerte más. Porque, a pesar de vivir en un país libre, yo no puedo ser feliz mientras veo lo que está pasando. Es imposible.

Queridos ucranianos: no puedo sacaros de mi cabeza, me levanto y me acuesto cada día pensando en vosotros. Pidiendo a Dios que os dé fuerzas. No quiero volver a llorar viendo lo que está pasando, cómo se destrozan las familias por un egocéntrico que se cree que el mundo es de su propiedad. Y por eso solo puedo decir: ¡Fuerza Ucrania! Os llevamos en el corazón y estamos con vosotros. No estáis solos.

Atentamente,

Una española que os quiere y que nunca os podrá olvidar.

Carta a Ucrania