Inaudito, que un personaje tan impresentable, haya captado tanta relevancia. Algunos lo han elevado al nivel de tener que elegir entre estar con Puigdemont o estar con España. El debate se ha emponzoñado de tal forma que el análisis crítico sobre la amnistía balancea entre beneficiar a Puigdemont o traicionar a España. La “amnistía” es un concepto jurídico y político de gran envergadura, que merece otro trato un poco más serio. Que “la amnistía no”, o, “la amnistía sí” sea la correlación directa de “ser constitucionalista”, o estar en “el extrarradio de la Constitución” es tan esperpéntico que el mismo Valle-Inclán se sentiría sorprendido.
Es, el peligroso sendero por el que estamos llevando el debate político. Nos estamos contagiando de corrientes maleantes que azotan por el horizonte lejano. No quiero irme al trumpismo; aunque puede que tenga una pizca de contagio. Quiero limitarme a España; a esa España que amo tanto como el que más. No quiero una España de banderas, patrioterismos y voceríos; no quiero una España que se motiva solo por estar “en contra de”. Quiero una España en la que podamos estar todos; estar, y vivir avanzando hacia las mejores condiciones posibles.
Lo que venimos llamando trumpismo populista es una fórmula que necesitan aquellos que no pueden decir claramente sus intenciones políticas, porque no son precisamente las más beneficiosas para la mayoría social. Tienen que esconder sus intereses minoritarios y recurren al mensaje visceral del patriotismo: “Puigdemont o España”, “la amnistía traición a España”, “España no se vende”. Una posición que está tomando demasiada fuerza, porque a ella se unen políticos y ciudadanos que en “en teoría” deberían estar en contra; y sorprendentemente se han posicionado a favor. ¡Inexplicable! ¡A rio revuelto ganancia de pescadores!
Está desapareciendo el verdadero debate político y social. Craso error. El verdadero debate debe situarse en confrontar, argumentar, en ver quiénes toman medidas beneficiosas para los ciudadanos, y quiénes utilizan el patriotismo visceral. Ni la amnistía, ni Puigdemont, le gustan a nadie. ¡Seguro!. Pero la política es muy difícil, sobre todo cuando está en juego evitar la exclusión. El avance social y la inclusión deben estar en primera línea de la política. Y quien no entienda esto está en claro fuera de juego. Puigdemont o España, no. España exclusiva o España inclusiva, sí.
Julio García-Casarrubios Sainz