Quizá la expresión no sea del todo correcta. Sí; hemos aprendido; lo que falta es poner los medios para que ese aprendizaje suponga el cambio que la sociedad espera y necesita. La pandemia además de un drama de incalculables consecuencias, puso al descubierto muchas deficiencias en el sistema organizativo y social, que se debe exigir a una sociedad avanzada. Ahí es donde debe situarse el centro de las conclusiones. Conclusiones que no terminan de llegar. Algunas sí. Pero en conjunto falta mucho por hacer: Sanidad, residencias, dependencia, investigación, entre otras.
La forma de afrontar una catástrofe es una lección a estudiar con mucha atención. Cómo reaccionan los políticos, los funcionarios, la ciudadanía. Cómo reaccionan ante la catástrofe es digno de estudiarse. En el caso del coronavirus, hubo países que reaccionaron mejor que otros; no todos los gobernantes estuvieron a la misma altura. Gobierno y oposición dieron muestras de quienes supieron priorizar las urgentes necesidades, y quienes no supieron diferenciar lo que es política, de lo que es politiqueo; quienes hicieron política y quienes se aprovecharon de la política.
¿Estábamos preparados para recibir una pandemia de esas características? Ni un solo reproche a los sanitarios, que dieron “todo” ante situaciones dificilísimas. No les hemos agradecido todo lo que se merecieron. Pero al mismo tiempo hay que decir que la Sanidad hizo aguas en algunos momentos, y que dio muestras de tener que adoptar medidas para que en lo sucesivo nos pille mejor preparados. Quedó en evidencia que la Sanidad es un servicio y no un negocio. Es aceptable que tengamos una sanidad privada buena; pero es imprescindible una Sanidad Pública dotada de todos los medios y de todos los adelantos, para futuras ocasiones.
¿Y de las residencias de mayores, qué? Han sido el fiel reflejo de que se hace imprescindible y urgente una red de centros y una reglamentación, para que los mayores no vuelvan a ser los paganos de una epidemia. Hay que invertir y mucho, en infraestructuras, y en investigación. Y por último una normativa clara y dura para que en lo sucesivo no haya aprovechados, de los que en las desgracias de los demás, buscan enriquecerse a manos llenas.