Que en Estados Unidos haya aparecido un personaje como Donald Trump, puede preocupar, pero hay que aceptar, que en este mundo estamos de todos, y no hay ningún perfil humano imaginable que no tenga posibilidad de existir. No preocupa demasiado. Lo verdaderamente preocupante es la influencia que puede ejercer, y asombrosamente este señor la ejerce. Medio país, mal contado, el más influyente del mundo, lo sigue, lo vota. Ese es el fenómeno contra el que hay que luchar. Merece la pena prestarle la atención porque se extiende peligrosamente. Ha llegado a España.
He repetido en numerosas ocasiones que con el personaje Puigdemont no comparto nada. Que lo único que se merece es estar entre rejas. Pero si pongo el punto de mira un poquito más alto, veo que el problema no es si Puigdemont está en Waterloo, o en España, o en la cárcel. El problema es que su populismo inaceptable puede ir en aumento, puede ir calando más entre los catalanes. El problema es sociológico. Hay que conseguir que cada día haya menos ciudadanos partidarios del independentismo. Que cada día haya más catalanes integrados en España.
Que cada día haya más catalanes y españoles convencidos de que ese camino es suicida, -véase brexit-. Hay que evitar las tendencias patrioteras que solo conducen a un fundamentalismo ideológico. Hay que convencer a la inmensa mayoría, de que los catalanes viven mejor integrados en España, y que España necesita a los catalanes para nuestro progreso. Y así, el independentismo que ha existido siempre, existe, y seguirá existiendo, tendrá menos influencia; lo convertiremos en residual, y todos habremos salido ganando. Cuando ha habido diálogo y perdón han disminuido.
Recordemos el proceso de ETA. El terrorismo se combatió, como no puede ser de otra manera, con persecución, justicia y cárcel. Pero con solo eso no se venció. Al terrorismo se le venció cuando la sociedad, mayoritariamente, empezó a darse cuenta de que por ese camino no se iba a ninguna parte; que el País Vasco se estaba equivocando. Y cuando un colectivo, -de lo que sea- se siente abandonado por la opinión pública, se debilita y termina desapareciendo o reducido a nostálgicos residuales sin poder alguno. Así, cuando se vieron aislados cambiaron las pistolas por las palabras. Ese debe ser el centro de nuestra preocupación. Y todo hace indicar que esa es la prioridad del Gobierno de España.