Una vez más me he visto en la necesidad de tirar a la papelera el escrito que tenía preparado y coger de nuevo pluma y papel para escribir sobre algo que nunca me hubiese gustado tener que escribir. No me preocupa en absoluto la situación en que ha quedado la ministra de Igualdad del Gobierno de España. Nada. Me duele, -eso sí-, el mal rato que le han hecho pasar por unas declaraciones impresentables. Ese pequeño corazoncito que todos llevamos dentro se resiente ante tanta malicia.
Digo que en el fondo no me duele porque tengo la impresión -quizá me equivoque-, de que la imagen y la figura política de Irene Montero ha quedado fortalecida y engrandecida ante tanta afrenta. Creo, en mi opinión, que está produciendo el efecto contrario del que supuestamente buscaban. Si buscaban machacarla, parece que se han equivocado. Puede suponer un revulsivo para la ministra y para su trabajo en defensa de los derechos de la mujer. Esta actitud pone de manifiesto que no tienen nada que proponer; ni siquiera nada que criticar. Solo buscan derrocar a quien ellos consideran usurpadores de un puesto que les pertenece por derecho propio.
Y no vale lo que algunos dicen en defensa de los autores. Que Pablo Iglesias dijo no sé qué en el año no sé cuántos. Ya, ya; es una estrategia muy manoseada. Así quedamos como “Que todos son iguales”. Es como aquellos que, cuando se habla de los crímenes del franquismo dicen: ¿Y Paracuellos qué?. O cuando hablamos de corrupción, dicen: ¿Y Griñán qué? No estamos hablando de Paracuellos, ni de Griñan.
Estamos hablando de una campaña de acoso indecente contra una persona. Da igual que sea ministra que limpiadora, de izquierda o de derecha; es una persona que merece el respeto de todo el mundo.
Y tampoco vale, Sr. Almeida, decir -para justificar a los acosadores-, que “de aquellos vientos vienen estas tempestades; porque la violencia política está instalada desde que llegó Podemos”. Falacia total. El Sr. Almeida, como todos los que se consideren demócratas, no pueden adoptar posiciones que justifican más que condenan. En los momentos difíciles como este es cuando se demuestra el nivel moral, intelectual y político. Desde aquí mi total apoyo a cualquier iniciativa que se tome para acabar con esta plaga. Los que quieran una convivencia democrática en paz, de izquierdas y de derechas están obligados a repudiar estas actitudes.