Mediados los años 70 del siglo pasado, tuvo lugar en España el comienzo glorioso de una carrera, de una página de nuestra historia, quizá la más floreciente. Una página que ha sido referente en España, y fuera de España, de lo que es la acción política de un país. Fue el paso de una dictadura a una democracia, de forma ejemplar y en la que participaron todos. Y cuando digo todos, me refiero a todos los partidos y todos los ciudadanos; con ideas muy distintas, con un debate profundo, acalorado a veces, pero con la honestidad y la lealtad a un fin común: “El bien de España”.
Pero esa carrera, como todas, ha tenido alguna asignatura que no ha terminado de aprobarse. Hoy voy a referirme, quiero referirme, al “Estado de las Autonomías”. El primer cuatrimestre se aprobó y con nota. El conjunto de la sociedad española tuvo la visión acertada de que España era plural, que estaba constituida por regiones y nacionalidades, y una riqueza y variedad asombrosas. Todas esas formas de pensar y de vivir; ese conjunto de culturas, debían tener cabida en un Estado descentralizado, dentro de una unidad. Así se pensó, acertadamente, en el Estado de las Autonomías, que hoy conocemos.
Primer cuatrimestre aprobado. Otra cosa, han sido los cuatrimestres siguientes. En los años 90, llegaron al escenario de la actividad política en España, unos politicastros, que ni entendieron, ni entienden lo que se aprobó en aquel primer cuatrimestre. Es un sector político, social y mediático, que está tomando mucha fuerza, y que solo ha mirado a su ombligo; toda su estrategia se ha limitado a cargarse al adversario político. “Yo, yo, y san yo”. Y el otro que se vaya.
Ni quiero ni puedo entrar, porque no lo sé, en si llamarle “Estado de las Autonomías”, “Estado Federal, o Confederal”. Ni mucho menos en los tecnicismos que implican la sostenibilidad de este andamiaje. Solo sé, y con firmeza, que hace falta aquello que tuvieron los que aprobaron el primer cuatrimestre, que no fue otra cosa que un objetivo común, y mucho diálogo, y mucho debate, y mucha explicación y mucha lealtad a ese objetivo común. Llamándose desde un bando al otro; “Son Vds. una banda peligrosa”, seguiremos en el suspenso. Sin proponer y debatir, fórmulas que sostengan el andamiaje, no se alcanzará el objetivo que con tanta brillantez se diseñó hace ya casi medio siglo. ¡Vamos a estudiar!