No sé quién es Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Salvo que es el actual Presidente del Gobierno de este país, poco más sé de él. El hecho de ser Presidente del Gobierno constituye tan solo un detalle de todo punto insuficiente como para simular su apaleamiento y linchamiento. No sé quién es esa persona, si tiene hijos, si viven sus padres, si tiene hermanos…Y tampoco sé qué le molesta o qué le gusta. De igual manera que es un desconocido para quien suscribe, es un desconocido para la inmensa mayoría de ciudadanos. Solo sabemos de él que a veces sale en televisión porque se presenta a elecciones generales. Sí sabemos que es un tipo alto cuyo discurso, en sus coordenadas habituales, no nos produciría alteración estomacal alguna, ni enfado, ni contento, ni el más mínimo movimiento intestinal. Nada.
“¡Toma justicia del pueblo, bolchevique!” le decían a un muñeco colgado de un semáforo. Insultar a un muñeco diciéndole `bolchevique´ es síntoma de una preocupante ignorancia infantiloide. Porque el bolchevismo es un movimiento ahora anacrónico de allá por el siglo XIX; porque el bolchevismo pretendía la dictadura del proletariado y a Pedro no se le ve por la labor; y porque el bolchevismo fue un movimiento para derrocar al zar de Rusia y en esta España del siglo XXI no hay zar al que derrocar, salvo a esa dictadura en la sombra iluminada por la Santa Madre Ignorancia.
“Así hay que acabar con él”, o sea, a garrotazos. Y Goya removiéndose en su tumba reviviendo su pintura Duelo a Garrotazos, donde dos hombres medio hundidos en el barro pelean por la nada. Otro peldaño en la siniestra escalera de la violencia social. El símbolo de un muñeco apaleado no es inocente, sino que es la escenificación de un aniquilamiento que lleva a su normalización. Así funciona la violencia, peldaño a peldaño. Primero la imagen, después los hechos….
¿Qué cantidad de violencia estamos dispuestos a tolerar? ¿Qué cantidad de indecencia podemos llegar a observar? ¿Cómo se mide la indecencia? ¿En qué momento se desdibujó la línea de la libertad de expresión?
Hay quienes gustamos de lo políticamente incorrecto. Pero ese tipo de incorrección ha de tener su punto de ingenio; algún indicio de un cociente intelectual medio y sobre todo y a ser posible, sin escenificar un linchamiento. Quienes gustamos de lo políticamente incorrecto sabemos que las asociaciones, colectivos y demás rebaños tampoco surgen inocentemente, como las margaritas en el campo. Solo hay que detectar a los menos agudos del paisanaje, agruparlos en un redil, todos con la camiseta del mismo color y su poquito pasamontañas, dejarles tiempo para que tengan ideas y un paquete de bengalas. Todo eso es fácil pero peligroso. Ya se sabe, el hombre se ahorca con los cabos sueltos de la vida.