La comandancia naval de Las Palmas de Gran Canaria tiene jurisdicción también en las islas orientales de Lanzarote y Fuerteventura. En Fuerteventura hay cabras y tiene unas playas espectaculares. Y hay cabras.
En Fuerteventura parece que han encendido el sol directamente sobre la nada de la Luna y, entre sus dunas, hay fundamentalmente cabras. Fuerteventura es la nada, un mar inmenso y bellísimo, un sol inconmensurable y muy pocas palmeras. La isla también tiene -de allá para cuando- unos habitantes que optan entre trabajar mil horas en los hoteles para hordas de alemanes o bien por tener cabras.
Por su parte Lanzarote, también tiene muchas cabras, además de la tierra volcánica, que también posee gran encanto, pero en esta isla, al igual que en la anterior, o tienes un hotel o tienes cabras.
Sirva esta descripción somera para contextualizar la indignación que produce que el general de división de la Guardia Civil, Francisco Espinosa Navas, que prestó servicios en la Comandancia Naval de las Palmas de Gran Canaria, presuntamente se dedicara a extorsionar a los ganaderos propietarios de las antedichas cabras. Un ganadero en estas islas, más que un ganadero es un superviviente al que le cuesta muchísimo esfuerzo mantener su explotación.
Según esa otra joya del mundo de la noche recién descubierta, el Sr. Tacoronte, el General Navas presionaba con intensidad a los ganaderos, enviando agentes del Seprona a varias ganaderías, viéndose aquellos obligados a pagar comisiones “porque les decía que podían ser sancionados en caso contrario”.
Se trataba de saber manejar la presión para que algunos empresarios con ambición (eufemismo de delincuente pardillo), se dejaran estafar por personas que aparentaban una efectiva influencia sobre el destino de algunas subvenciones. Y, además de dejarse estafar, pagaban las copas. Su vergüenza no consiste tanto en hacer el cateto por Madrid visitando lo primero que visitan los catetos cuando van a Madrid, sino en ser crédulos y tramposos.
La vergüenza para los empresarios que pagaban los cinco mil por noche es confirmar a toda España la vigencia de los prototipos de Pajares y Esteso en aquellas cintas cuyo metraje dirigía el intelectual Ozores.
El problema del general Francisco Espinosa Navas es tener una amante sin nombre y de la cual entiende la parte por el todo. El problema es que tenemos que entender que en España continúan vigentes aquellos hombroides que deberían haberse extinguido hace decenios. En este repugnante asunto solo algo puro, digno y honrado: las cabras.