“De vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes” afirmó el escritor francés Jules Renard. Sabido es que una mentira es más creíble si se acompaña de varias certezas. El propietario de Meta (Facebook, Instagramk, WhatsApp y Messenger entre otras) ha decidido eliminar el trabajo de los verificadores de contenidos en sus redes sociales. Adoptó esta decisión a raíz del triunfo del inminente Presidente de Estados Unidos. La función de los verificadores consiste en identificar contenidos que no se corresponde con la realidad o con una tendencia clara hacia la desinformación. Sin embargo, los verificadores serán eliminados enarbolando la bandera de la libertad de expresión y en contra de la censura. En términos prácticos esta decisión significa que en las citadas redes sociales podrán publicarse falsedades de contenido político.
Realmente esto no sería importante si quienes publicaran falsas noticias fueran individuos aislados. De la misma manera que en la vida real convivimos con la mentira, también hemos de convivir con ella en la realidad virtual. El problema surge cuando quienes mienten no son individuos aislados sino partidos políticos, grupos de presión, creadores de opinión que indiscriminadamente y de forma masiva inundan las citadas redes sociales de mentiras permitidas.
Por lo menos, hasta ahora, las mentiras que pudieran publicarse habían sido objeto de una previa comprobación, lo que implicaba que alguien, perdido en el éter, debía asumir la responsabilidad de lo publicado. Ahora deberán ser los propios usuarios quienes identifiquen la mentira y cuando sumen el número de usuarios establecido por la propia red social, ésta decidirá si retira o no la mentira.
Mark Zuckerberg, dueño de las redes sociales que más influyen en la opinión global ha decidido que en su océano de información pueda nadar la desinformación y así crear el ambiente propicio para que los votantes actúen como fanáticos religiosos. Sin distancia mental alguna entre la pantalla y las cabezas del electorado, ante esa intimidad blanca creada por el ordenador, el individuo se encuentra más vulnerable que ante un telediario. Las redes se presentan con una presunción de credibilidad difícil de derribar. Todo ello compone el escenario más propicio para que los gigantes de la información y de lo contrario depositen muchas mentiras entre algunas certezas.
La masa bien manipulada y domesticada vota lo que le mandan mediante la toma de una papilla fácil de deglutir porque no requiere esfuerzo intelectual. Apelando al instinto, infantilizando al receptor, tocando las emociones más primarias, así entran bien los mandatos y se manipula un electorado cómodamente. En el libro 1984 Gran Hermano, (George Orwell) el autor describe un “Ministerio de la Verdad” encargado de establecer lo que es cierto y lo que no, borrando el pasado y creando uno nuevo. Orwell escribió el libro en mil novecientos cuarenta y siete.