¿Cómo es la voz de la multitud? Yo no la he oído. La soledad no me es una extraña. ¿Qué pasión ha vivido el hombre que iba al estadio de fútbol los domingos? Cantar una frase simple junto a miles de personas, una voz común…debe ser apasionante. Convertirse en una célula unida a miles de células que se mueven al unísono como una inconsciente bandada de pájaros. Ser un pez más en un protector banco de peces. La protección, la pertenencia, el calor de una sola conciencia.
¿Qué indescriptible placer vivieron quienes fueron al famoso concierto de los Rolling Stones en el Vicente Calderón, hace milenios? Confundirse en la masa, ser gente, solo gente. Anular la identidad para sumergirse en el mar de los demás. Juntos, cantando la misma letra que todos conocen. ¿Qué se siente al dejar de ser alguien y convertirse en masa?
¿Y en una manifestación?, ¿qué se siente al ponerse una camiseta, la misma camiseta que todos? Obedecer las órdenes de un megáfono y sentirse libre al mismo tiempo. Evacuar la rabia y luchar por la injusticia a todo lo que da la garganta y sentir la fuerza de ser oídos. Y volverse justicia -cualquier justicia- todos juntos, ¿Qué se siente cuando miles de personas no son ajenas, sino propias, la propia voz?
Qué solos se han quedado los líderes de grupos, las estrellas de la música, el deporte, los caudillos y quienes han podido disfrutar de que una multitud, banderín en mano, le aplauda a uno tan solo por su presencia. Debe ser tan embriagador que no es extraño acabar adicto al gentío y muy difícil conservar una humildad inteligente.
¿Qué sentían los nómadas al viajar juntos por toda la tierra? No había vida sin el grupo, la segregación significaba la muerte.¿Y aquel inefable calor de la hoguera común?,¿Qué calor nos queda cuando cada uno hacemos nuestra propia hoguera solos? Una eterna llanura compuesta por miles de hogueras solas. ¿Qué se siente cuando miles, millones de personas tuitean el mismo mensaje y uno pertenece al grupo de los presuntos justos? El calor de la misma hoguera de nómadas en la Red.
¿Y cuando uno desfila perfectamente ordenado en un desfile militar? Todos al mismo paso, los mismos gestos, la misma fuerza con el fusil, la escopeta o lo que quiera que lleven. Los mismos tiempos, hasta es posible que también acompasen la respiración, y puede que también los latidos del corazón. Una idea -a lo sumo dos- en común y un sentimiento desbordante también común. Qué extraño placer infundir temor.
Nunca he visto a miles de personas juntas. Desconozco qué se siente cuando uno se alegra por un gol a la vez que otros treinta mil individuos. Debe ser la leche. Por eso, entiendo a quienes se enamoran de la multitud ordenada, de las muchedumbres surgidas y de los gritos unísonos, Y envidio a quienes lo han vivido porque a partir de ahora las manadas, gentíos, desfiles y hordas producirán cierto espanto. Poco a poco, se olvidará que el origen de ese espanto por las multitudes fue originado por el temor a un virus.
A partir de ahora, es posible que la multitud sea algo tan extraño como una manada de gatos. Los gatos siempre son solos y no configuran grupos sino colonias de individuos solos. Este es nuestro presente: la colonia de gatos que se reconocen a lo lejos pero que, perfectamente distanciados, se alimentan de su sana soledad. Sin más.