En 1974 se estrenó la descacharrante película de Mel Brooks El jovencito Frankenstein (Young Frankenstein). En ella, el Doctor Baron Frederick von Frankenstein (Gene Wilder) reniega de la figura de su abuelo Víctor, asociado a la trágica historia de su Criatura (no «monstruo», dicho sea de paso; véase el texto original de Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley, preferiblemente en la impecable edición de José C. Vales y Vicente Campos para la editorial Ariel, 2017), hasta el punto de exigir que se le llame Fronkensteen (pronúnciese, como en el doblaje clásico, «Frónconstin»). No destriparemos más la película: quien la haya visto que vuelva a verla y quien no, que se dé el gustazo. Solo diremos que Fronkonsteen viaja a Transilvania, donde se encuentra con el antiguo sirviente de su abuelo, Igor (Marty Feldman), quien se empeña en que su nombre se pronuncie «Áigor» y tiene una chepa (de la que no parece consciente…) que va cambiando de hombro, del derecho al izquierdo y viceversa. En un momento de la trama, cambian ambos de opinión acerca de sus nombres; dejémoslo ahí…
Las elecciones generales del 23 de julio de 2023 han dado como resultado una cierta verificación del juicio de Karl Marx acerca de la visión hegeliana de los grandes personajes y hechos de la Historia. La tragedia (Víctor Frankenstein y La Criatura) de Mary Shelley se repite como farsa (Frederick Fronkensteen y «La Criatura») en la película de Mel Brooks. El llamado (con mayor o menor acierto) «Gobierno Frankenstein» puede repetirse en los próximos cuatro años como (digámoslo ya a la española…) «Gobierno Frónkonstin». Con los resultados en número de escaños en la mano (entre corchetes, la diferencia con respecto a las anteriores elecciones):
PP: 136 [+47]
PSOE: 122 [+2]
VOX: 33 [-19]
Sumar (antes, Unidas Podemos): 31 [-7]
ERC: 7 [-6]
JuntsPerCat: 7 [-1]
EH Bildu: 6 [+1]
PNV: 5 [-1]
BNG: 1 [=]
Coalición Canaria: 1 [-1]
UPN: 1 [-1]
Cabe abrir tres interpretaciones: 1) la democrático-parlamentaria, 2) la ideológica y 3) la política realista, como síntesis de las anteriores.
Interpretación democrático-parlamentaria
El bloque «de derechas» (PP y VOX, «Feijóo y el Señor Abascal») suma 169 escaños y gana relativamente las elecciones. El bloque «de izquierdas» (PSOE y Sumar, «Pedro y Yolanda») llega a 153 y las pierde, también relativamente. El resto de los partidos configuran dos bloques nacionalistas (separatistas, independentistas, secesionistas, como se quiera decir) aliados objetivos, y en buena medida subjetivos, los vascos y las catalanes, más el Bloque Nacionalista Galego (la histórica «Galeusca»). Con todo el respeto que se merecen los votantes de Coalición Canaria y UPN, los escaños de estas formaciones son irrelevantes, porque aun sumados a los del bloque «de derechas», no alcanzaría a la mayoría absoluta. Las declaraciones de los líderes nacionalistas (no la experiencia histórica…) nos dicen que el bloque «de derechas» no puede contar con el apoyo del bloque nacionalista (excuse el lector la trivialidad, pero el análisis formal lo exige). Por otra parte, no le sería necesario al bloque «de izquierdas» el apoyo del BNG, si se garantiza el de nacionalistas vascos y catalanes. El bloque nacionalista ya ha manifestado con rotundidad que un eventual apoyo (de investidura y del «día a día» de la legislatura) al bloque «de izquierdas» pasa por que el PSOE y Sumar acepten las exigencias de ERC (Rufián, Junqueras y, en la distancia, Puigdemont, en busca y captura) y Junts (Míriam Nogueras y Laura Borrás): «Amnistia y autodeterminación», lema coincidente de manera explícita con las ideas de EH Bildu y más prudentemente con las del PNV. Desde el punto de vista democrático-parlamentario, todo tipo de alianzas y apoyos, con la trastienda que tengan (salvo los supuestos de inconstitucionalidad e ilegalidad, y ahí le duele), serán legítimos. Lo único relevante es la suma de escaños suficientes o las abstenciones para alcanzar una mayoría en una investidura, absoluta en primera instancia o simple en segunda. Se ha de insistir: formalmente, en el plano democrático-parlamentario, un «gobierno Frónkonstin» será legal y legítimo. Y a quien Puigdemont se la dé…
Interpretación ideológica
Con los números en la mano y el mapa de los resultados a la vista (y a la espera de los resultados del voto en el extranjero), el PP gana las elecciones y el PSOE se queda 14 escaños por debajo. Incluso perdiendo 19, VOX consigue más escaños que Sumar, que, por lo tanto, no triunfa en las elecciones salvo de modo vicario y dependiendo del PSOE. La caída de 7 escaños tras la anulación de Irene Montero (impuesta, a todas luces, por los socialistas en su pacto tácito a priori) puede interpretarse como un castigo por la deslealtad pragmática de Yolanda Díaz y, sobre todo, de Ione Belarra, dispuesta a lo que sea para pillar poltrona en el Frónkostin. Recuérdese que Irene Montero solo fue defendida durante la campaña por Gabriel Rufián y, muy al final, en el cierre de campaña, por Belarra, de pasada y como quien no quiere la cosa. Así purgada la rama comunista del más que previsible Frónkonstin de algunos elementos fracasados y tóxicos, al PSOE solo le queda negociar con los independentistas vascos y catalanes qué puede prometerles para garantizarse su apoyo. Y aquí entra el elemento ideológico: ¿puede asumir el PSOE el «lo queremos todo y lo queremos ahora» en términos de «Amnistía y autodeterminación»? ¿Cederá el PSOE ante la exigencia de un referéndum vinculante sobre la independencia de Cataluña y el País Vasco y lo que pudiera venir después? ¿Qué dirán las bases y las élites, especialmente las históricas? ¿Habrá debate interno en el PSOE, o se aplicará, como siempre, la ley de hierro de las oligarquías y el ordeno y mando y prietas las filas? Yolanda Díaz ya insinuó en campaña que hablará con todo el mundo sobre todas las cuestiones que surjan, incluido el referéndum. ¿Puede permitirse el PSOE cumplir la palabra dada…por Yolanda Díaz?
Interpretación política realista
Muy sencillo: gana unas elecciones quien termina gobernando en función de la mecánica democrático-parlamentaria de pactos y disfrazando, reformulando o dejando a un lado la ideología proclamada. Por lo tanto: PP+VOX+Coalición Canaria+UPN = 171 escaños (-5 con respecto a la mayoría absoluta); PSOE+Sumar+ERC+Junts+Bildu = 178 escaños (+2, reforzado, por si las moscas, por el escaño del BNG). Si al PSOE (a este PSOE; habría que ver qué dice el PSOE histórico aún vivo…) le resulta absolutamente necesario conceder a los nacionalistas lo que pidan para conseguir una investidura (incluyendo el referéndum), lo hará. Y después, día a día, durante cuatro años de legislatura, las exigencias sobrevenidas, a riesgo de bloqueo sistemático y filibustero de cualquier iniciativa del gobierno. La facilitación por parte del bloque «de izquierdas» de la investidura de Núñez Feijóo como presidente por su condición de cabeza de la lista más votada no se contempla desde la perspectiva política realista (con toda legitimidad democrático-parlamentaria). La otra posibilidad, no ceder ante las exigencias nacionalistas y la convocatoria de nuevas elecciones (allá por Navidad…) no debe descartarse como posibilidad sensata, pero, siendo realistas, parece inverosímil…
En todo caso, ha sido una campaña infame en forma y fondo, con un empeño por parte de VOX por espantar a un buen número de votos moderados que antes iban a Ciudadanos y han ido al PSOE para evitar un pacto PP-VOX; la pésima gestión de los datos y el asunto de La Foto por parte de Feijóo; el papel de los medios de comunicación, serviles hasta la náusea, en lo que se ha llevado la palma A3Media, PRISA y RTVE (incluyendo el canal infantil Clan…) a favor del PSOE y el gobierno; los errores de planificación de la dirección de Correos, solventados por la ejemplar actuación de los funcionarios y empleados; el uso, de muy mal gusto, de un lema relativo a un asesino terrorista y la sobreactuación del bloque «de izquierdas» rayano en la limitación de la libertad de expresión; y, en general, un abordaje infantiloide por parte de todos los partidos de un momento tan importante para la vida política de una democracia moderna como es una campaña electoral solo nos puede hacer temer la convocatoria de unas nuevas elecciones. Y en Navidad…
P. S.: Y Áigor ¿dónde queda? Échele imaginación el avisado lector…