martes. 07.01.2025
Francisco Nieva en la Real Academia de la Lengua
Francisco Nieva en la Real Academia de la Lengua (Foto RAE)

Iconoclasta, irredento, bohemio, transgresor… Francisco Nieva –de quien se acaban de cumplir cien años de su nacimiento- ha sido el torbellino que aportó al teatro español el postmodernismo de la innovación, el surrealismo de la provocación en sus más extremas variantes: espectáculo, ingenio, parodia, sexo, esperpento, religión y hasta  la cultura popular.

Valdepeñero cosmopolita

El ingenio de este valdepeñero universal, que conoció el postismo de los 40 y la vanguardia parisina del Centre Nacional de la Recherche, parecía no tener límites cuando en los estertores del franquismo retornó al gran ruedo nacional precipitando su aprendizaje europeo que lo marcó hasta el final.

Escenógrafo, dibujante, ilustrador, autor, director y hasta maestro de discípulos, concatenó una actividad intensa que llego a parir multitud de obras y géneros. El combate de Opalos  y Tasia (1953), Nosferatu (1961), El fandango asombroso (1961), Pelo de tormenta (1962),  La carroza de plomo candente (1971), Coronada y el toro (1973), El buscón (1975) o La paz (1977) forman parte ya de un Teatro furioso, o de la farsa y la calamidad como reacción vitalista e imaginativa ante “la mediocridad del arte de las clases medias de la posguerra”. Un lenguaje  retador junto su pulcra escenografía barroca, dieron como resultado toda una serie de originalísimas representaciones al más puro estilo valleinclanesco.

De la España negra a las falsas grandezas

“El arte no es cosa seria, es un ensueño sin límites, siempre en plena revolución", repetía este soñador neo-vanguardista al que tras la censura le llegaron casi todos los premios (Polignac, de la Crítica, Nacional, Cavia, Álvarez Quintero, Max, príncipe de Asturias y hasta el reconocimiento de la Academia Española).

Su teatro inicial, las reóperas, el teatro de crónica y estampa, de la brevedad, las versiones libres… son el compendio de una vida dedicada a la creación en la que se incluyen títulos ingeniosos y contenidas reflexiones sobre la España negra, el autoritarismo, el casticismo, la España pueblerina o las falsas grandezas.  Su novísimo teatro e incansable vitalidad se atrevió con todo. Hasta con las adaptaciones de los clásicos: Aristófanes, Cervantes, Tirant lo Blanc, Galdós, Moreto, el Duque de Rivas...

Uno de sus alumnos y discípulo, el  reconocido director y autor Juan Carlos Pérez de la Fuente, aseguraba que el corpus dramatúrgico de Paco Nieva bebía del Teatro del Siglo de Oro y de las vanguardias. Pelo de tormenta, fue la obra más prohibida del franquismo, imposible de estrenar en aquella época, y significó mi pasaporte hacia el teatro público. Tenía claro que era necesario que epatara, que llamase la atención y que se convirtiera en un banderín de enganche. Todo el Teatro María Guerreo fue una plaza pública, un espacio único,  una locura llena de cordura, como era Paco”, recuerda el ex director del Centro Dramático Nacional desde el mismo escenario que lo despidió ocho años atrás, de manera discreta aunque sincera y absolutamente reconocida como renovado genio manchego de la creación.

Érase una vez… el inventor de textos y decorados

El cosmopolita e inventor de textos, figurines y decorados quiso dejarnos con su postrer epitafio a modo de aguijón en sus habituales reflexiones de prensa: “Erase una vez-escrito en La Razón-  sirvió de título a su póstuma colaboración en la que aguijoneaba con estupor a “la peligrosa cultura de la superchería que se extiende por doquier”. Y no sólo en internet, también en los medios, librerías y otros templos del saber, donde abundan libros de autoayuda y pseudo-ciencias, con “propuestas milagrosas para sanar los males del cuerpo y del espíritu”. “Érase una vez que se era, una especie de bicho raro, una suerte de curandero místico, un iluminado y un príncipe al que llamaban el santo Custodio”.

Director, escenógrafo, dibujante, pensador… Nieva fue mucho más que la suma de todas las partes. Podría decirse que el teatro era él, y que él era teatro puro.

Francisco Nieva: iconoclasta, libertario y transgresor