Celebramos un nuevo 1º de Mayo. Han vuelto a la memoria los acontecimientos del 25 de Abril de 1974 en Portugal: “la revolución de los claveles”. Un hecho histórico que infundía esperanzas y ánimos en la España antifranquista. Si había caído una de las últimas dictaduras en Europa podía caer otra, la que sufríamos como consecuencia del golpe militar de 1936. Se abría un período de ensueño en el país vecino y se albergaban ilusiones para que triunfara la lucha contra la dictadura franquista en nuestro país.
Aquel convulso proceso trajo la democracia a Portugal. Mientras, en España, los “coletazos” del franquismo perseguían, acosaban, condenaban, y encarcelaban a opositores políticos y sindicales. La legalización de partidos y sindicatos llegaría en Abril de 1977, tras la muerte del dictador y en una transición no exenta de riesgos, ruido de sables e intentonas para frenar el camino iniciado para llegar a la democracia y la libertad.
La transición fue el modelo elegido en un proceso conquistado, no regalado, que se logró con el empeño de idealistas comprometidos y demócratas convencidos; una pelea para acelerar la llegada de un nuevo tiempo de luz y libertades. Las ideas de progreso y de izquierda, sus organizaciones, ejercieron una excelente labor para catalizar una compleja transformación política. El movimiento sindical jugó un papel fundamental, su actividad sindical de años de clandestinidad, de ilegalidad, pero de permanente y constante presencia en defensa de las reivindicaciones laborales y sociales, agrupó acciones de contestación y oposición al franquismo, en diversas formas, pero buscando la masividad para ganar efectividad.
La lucha en empresas y sectores dinamizó y aglutinó la fuerza del trabajo. Hubo que ensanchar espacios de intervención en una carrera imparable para abrir avenidas hacia la democracia. Comisiones Obreras, sus mujeres y hombres, ejercieron como un vector principal que llevara al cambio deseado. Hoy hay que seguir haciéndolo.
Los tiempos cambian, las generaciones son otras, la memoria evoca recuerdos, pero los objetivos y retos siguen de actualidad. La lucha en el conflicto de intereses entre capital y trabajo sigue presente, y cada día aparecen formas y maneras más sutiles de explotación laboral. Ayer, por así decirlo, cayeron las dos últimas dictaduras de la Europa. Se pusieron claveles en la solapa y en el cañón del fusil de los militares que en Portugal se rebelaron contra un dictador; también lucimos claveles y los puños cerrados cuando nos asesinaron a los abogados de Atocha, a los nuestros, los de CCOO. Símbolos y hechos para no olvidar porque, como dice la canción de Víctor Manuel “solo olvidan los necios…”; y los revanchistas, añado, para reescribir la historia.
Ante cada manifestación del 1º de Mayo se reabren días de reflexión y reivindicación. No es un día cualquiera, tiene un especial significado para expresar la posición del sindicalismo de clase y confederal, para insistir en la necesidad de ganar poder sindical que contrarreste ambiciones y modelos de sectores empresariales y económicos antagónicos con las aspiraciones y necesidades que expresa la clase trabajadora.
La correlación de fuerzas siempre ha sido y será imprescindible para que el poder de los trabajadores y trabajadoras, de todas las personas asalariadas, para continuar la conquista de los derechos laborales y sociales, mejor y más productivo si para afrontar esos objetivos sindicales se hace con unidad de acción y sentido colectivo.
En estos tiempos modernos, se abren nuevos retos. La incorporación de mujeres y jóvenes en el mundo del trabajo, reclaman atenciones diferentes y nuevas respuestas; nuevo marco regulador en el ámbito laboral y un fortalecimiento de los servicios públicos. Sin olvidar el obligado proceso de reindustrialización que impone el cambio climático.
Esa tarea, y otras conectadas, deben ser negociadas, preferentemente consensuadas, y elevadas a rango de normas y leyes. No olvidamos que estamos en un contexto político ruidoso, con dificultades para lograr avances más rápidos, pero se necesita de la decidida y robusta actuación pública, se requiere reducir la crispación y los malos modos, se urge la acción de gobierno para centrar el debate en lo esencial y olvidar lo accesorio, sería preciso que todo el arco parlamentario se allanara para comprender que los retos de país se consiguen cuándo las diferencias se expresan de manera respetuosa, con alternativas y, a ser posible, con razonabilidad.
Termino esta aportación, escuchando los últimos acontecimientos en el ámbito político. La carta a la ciudadanía del Presidente Sánchez y la insistente y dura respuesta de los partidos de la oposición. Me ha causado impacto, como a otras muchas miles de personas, que venimos observando con rabia, indignación y desagrado, el ataque al legítimo gobierno de coalición.
Llevamos tiempo comprobando esa estrategia coordinada de la oposición conservadora, con algunos medios de comunicación, con la salvaje proliferación desinformativa en digitales y redes sociales, y la aberrante actuación de acciones judiciales de clara significación retrógrada; sin hablar del numantino e interesado bloqueo del Poder Judicial.
Ahora un colectivo que se define como “Manos Limpias”, de clara inspiración franquista, entra también en escena para generar un mayor ataque y pasear más la inspiración política de Trump en nuestro entorno geográfico. Una operación calculada y animada, a mi juicio, desde el enfoque de aquellas opciones políticas que sólo admiten el resultado electoral si las urnas les favorece.
Hace unas décadas el Teniente Coronel Tejero dio un golpe de estado, ocupando el Congreso de los Diputados, para interrumpir el proceso democrático de nuestra querida España. La respuesta de la ciudadanía, de las organizaciones políticas, sindicales y sociales, fue contundente. Nos unió una defensa colectiva: “Libertad, Democracia y Constitución”, -esa era la leyenda de la pancarta- porque entendimos el valor de lo conseguido y porque el camino emprendido no podía frenarse.
Este 1º de Mayo requiere que se haga otro esfuerzo colectivo, ciudadano, masivo, porque todo eso está en juego. Hay que reclamar, por encima de lo laboral, la VERDAD, la LIMPIEZA, la ampliación de los VALORES DEMOCRÁTICOS. Hay que desterrar la mentira, la manipulación, la irracionalidad, el insulto, el odio, mucho más hay que blindarse ante lo que parecen procesos golpistas de carácter civil -como define algún periodista-.
Para ello, un grito esperanzado y reivindicativo debe salir de cada garganta, de miles y miles de gargantas, para alzar el vuelo y expandirse, en cualquier rincón, en cada manifestación del 1º de Mayo. La ocasión lo merece. No podemos admitir la degradación de la democracia.
* Jesús Camacho Segura es exsindicalista de CCOO