De trompicones y balbuceos

Niña de espaldas
Artículo escrito por Rafael Toledo Díaz

Reconozco que últimamente el paso del tiempo me provoca sensaciones contradictorias, no sé, es algo absurdo, porque en algunos momentos las horas me parecen eternas y, sin embargo, en otras ocasiones miro el calendario y me asombro de la rapidez con la que avanza el año, pues ya estamos a punto de sobrepasar junio.

En todo este tiempo anterior he disfrutado de la evolución de Macarena, así que, a poco que observo, me doy cuenta de cómo le han ido cambiando las facciones, también el pelo le ha crecido una barbaridad y aunque apenas hemos notado la salida de los dientes, sin embargo, la baba actual delata la aparición de las nuevas muelas.

En este permanente periodo de crecimiento el bulevar ha sido cómplice de nuestras andanzas por la avenida, a veces durmiendo plácidamente y otras saboreando una galleta. Pero ahora el asunto se ha vuelto más complicado porque ya corretea, lo hace al tuntún, a trompicones, sin ton ni son y con la cabeza mirando para atrás; provocándome con su risa infantil porque no quiere ir de la mano. Ahora coge una pequeña piedra y la tira, después recorre el tramo hasta ella y vuelve a repetir la acción, así, una y otra vez, incansable. De vez en cuando hay que echarle una regañina porque no es consciente de lo peligrosos que son los coches, aunque sea recorriendo los pasos de peatones y es entonces cuando se pone terca, cabezona, pesada e inaguantable. Así que ya tenemos tarea para reconducir ese comportamiento, que si bien demuestra cierta personalidad, habrá que moderar para que se adapte a la sensatez, la cordura y el buen juicio.

Pero aunque siempre estoy atento a su desarrollo y a sus progresos físicos y temperamentales, reconozco que lo que más me atrae y me divierte de esta tutela es apreciar su evolución con el lenguaje.

Desde hace tiempo es capaz de nombrar con claridad y precisión algunos nombres sencillos, como el de su madre. Afirma con rotundidad que su perro es "tonto" y que su abuelo está "bombo", pero después, existen una serie de vocablos que necesitan una traducción más específica porque, sin apenas variación, la misma voz puede referirse a cosas distintas.

Macarena dice "moma" y yo me acuerdo de aquel museo en Nueva York, pero en realidad "moma" será la crema que le aplico para que tenga hidratado el cuerpo, pero también se puede referir a las piernas. Es como en el inglés, que una misma palabra puede significar algo diferente o variar, dependiendo del contexto de la frase y lo que se quiere decir.

En otras ocasiones lo tengo muy claro, para ella y para mí las "pamomas" son las palomas, que nos las encontramos por toda la ciudad cuando vamos camino de la guardería o cuando paseamos por el parque. Otra cosa será cuando tenga que explicarle que las palomas son aves ambiguas que pueden conducir al equívoco, por lo que representan y por su condición de aves columbiformes, símbolos de la paz, imagen de la renovación de la Alianza con Dios después del diluvio e imagen de la tercera divinidad del misterio de la Trinidad; unos pomposos atributos frente a ser consideradas una plaga dañina y la importancia de limitar su población por el negativo efecto de sus hábitos, sobre todo en cuanto al deterioro de estatuas y monumentos a consecuencia de sus excrementos. Pero bueno, esto es algo que tardaré en contarle, porque ahora Macarena solo entiende que ellas son un "rillo ande" (pajarillo grande) al que trata de imitar en su zureo.

No sabría decir si Macarena es miedosa o recelosa, a veces tarda mucho en reaccionar ante los desconocidos o simplemente desconfía, será por eso que siempre recurre a la mano de los abuelos cuando algo no está claro. También desde hace poco empieza a acostumbrarse a determinados ruidos caseros como el molinillo del café o la aspiradora, sin embargo el runrún de las motos los soporta con naturalidad.

Ella dice "uido" y a continuación balbucea: "O asa ada" (no pasa nada) pero noto que ante el estruendo o la sonoridad extraña sigue temerosa, hasta que le reafirmo que no pasa nada y entonces se queda tranquila.

Sin embargo, hace ya bastante que entiende los contextos, así, sus ayayay o su cachis los utiliza con precisión en los momentos y circunstancias adecuados, por ejemplo cuando hace una trastada y además apuntilla: "o asa ada". Lo que resulta evidente es su gran curiosidad y lo rápido que aprende, a pesar de su corta edad distingue los colores: "anco""erde""toto""ego" y atul" no hace mucha falta adivinar a cuales se refiere y, el azul, es su preferido y el que mejor reconoce.

Como cada tarde, y después de merendar, sigue un ritual acostumbrado y se acerca a la puerta de la terraza, descorre los visillos y observa con atención el plátano de sombra que sobresale por la barandilla, entonces abriendo los brazos chapurrea: "A pamomas no etá" y es que en algunas ocasiones y en sus ramas se posan estas aves tan urbanas  y que tanto le fascinan.

Y así día tras día, viéndola crecer  a través de la rutina y hábitos ordenados en función del momento y siempre divirtiéndome con su jerga de trapo. A ratos la observo y me pregunto: ¿A quién sale esta niña tan metódica, tan disciplinada en los ritmos cotidianos, y añado, tan alemana? No sé, porque la pregunta siempre queda en el aire. Mientras tanto, el tiempo sigue imparable y compruebo resignado que ella, sin pretenderlo, absorbe todo el mío sin ser consciente, pero eso no me importa, es tan gratificante verla crecer que lo asocio con invertir en felicidad.