¿Reseña literaria o espóiler?
No sé, pero si consiguen llegar al final escojan el título más conveniente o el más acertado para este artículo, yo tengo mis dudas sobre el encabezamiento y por eso lo propongo con una interrogación.
Antes de nada tengo que admitir que el género de ficción no es mi favorito cuando tengo que elegir lecturas, aunque reconozco que he disfrutado con algunos cuentos de Asimov y con una novela de Ana María Matute y otra de Rosa Montero clasificadas como fantásticas, medievales o de aventuras, pero pocos títulos más podría añadir ante mi falta de interés por este estilo. Seguramente llegué tarde a los mundos que nos proponen Tolkien con el "Hobbit" y "El Señor de los Anillos" o, más recientemente, Harry Potter y su universo mágico.
Pero dicho esto, a veces los compromisos me conducen a echar un vistazo sobre la creación de compañeros juntaletras que se atreven con este género que suele cautivar a los más jóvenes.
Lo primero que debo confesar es que me he leído rápidamente una novela de ficción de Carlos Candel titulada "Juntos". También reconozco que en ningún momento he necesitado esforzarme ni perseverar en leerla, porque su estructura ordenada en capítulos cortos y de cada uno de los personajes me ha facilitado la comprensión. Además debo añadir que, a través de las situaciones extremas que se plantean y de los diálogos, el estatus de cada personaje está muy bien definido e, igualmente, su forma de pensar y de actuar en función de su experiencia vital es totalmente coherente.
En este texto, claramente distópico, Candel utiliza hechos concretos que ya están sucediendo en nuestra sociedad para aventurar un mundo irreal, pero menos fantástico de lo que podemos presumir. El autor sitúa la acción en nuestro planeta que ha colapsado por el cambio climático, un hecho que está resultando bastante predecible dada la inacción de los gobernantes de las grandes potencias y los muchos intereses económicos que demoran las medidas que, seguramente, ya solo podrían paliar las inevitables consecuencias de un futuro no tan lejano.
Pero en la novela el desastre se ha consumado y, en sus páginas, nos describe algunas situaciones que se acercan a los hábitos actuales. El lector puede asumir con naturalidad los avances de la ciencia cuando cada sujeto tiene un dispositivo cerebral muy parecido a los implantes cocleares actuales, un chip que les sirve para comunicarse con los semejantes a través del pensamiento sin necesidad de visualizarlo o conversar oralmente. En la actualidad, aunque apenas nos sirve para "dialogar", la mensajería instantánea tipo WhatsApp nos mantiene comunicados con nuestros conocidos aunque su contenido esté repleto de intrascendencia y naderías.
Una presumible apendicitis origina que el sistema avanzado de medicina familiar intente realizar la cirugía apropiada, una consecuencia que surge de la tele-medicina o la consulta de patologías en la red que ya empiezan a desarrollarse, aunque en estos momentos esta habilidad añade más recelos ante el desmantelamiento de la sanidad pública.
Pero, sin duda, lo más impactante es la fragmentación del mundo que conocemos y que, tras el desastre, ha quedado dividido en valles aislados por grandes montañas de residuos que se llaman "loderas". Tras las graves inundaciones y en las montañas de desechos acumulados, los más atrevidos rescatan restos tecnológicos para construir rudimentarios robots que, sin embargo, pueden ser dirigidos a distancia por la mente de los humanos e interactuar con otros semejantes que viven aislados en otros valles.
Candel también nos aclara que existe una parte del planeta que aún conserva una naturaleza que no ha colapsado, pero incapaz de perdurar por la presión demográfica. Enredados en buscar alternativas ante el seguro cataclismo ya no vigilan sus fronteras y se dedican a preparar los viajes en naves espaciales para colonizar Marte.
Toda la trama tiene guiños y referencias a la pasada pandemia como si ésta hubiese sido un aviso para una sociedad futura. Hay una escena muy concreta que me recuerda a una película de culto como es la primera entrega de "El planeta de los simios" pues, sutilmente, el escritor nos describe otro monumento conocido popularmente, aunque este resto de escultura no lo sitúa en una playa, sino en la cúspide del muro que separa a las dos sociedades.
A la precariedad tras el desastre hay que añadir el brote de un nuevo virus muy contagioso y que genera una violencia extrema; su rápida propagación amenaza a una sociedad desesperada que está intentando reconvertir antiguos hábitos y costumbres. Poner freno a este nuevo desafío solo se consigue aislando a los individuos de sus vínculos, logrando separar aún más a la comunidad, aunque siempre existe un guiño para destacar la fidelidad de las mascotas.
Destacan las alusiones a los insectos como fuente de alimentación y de su necesidad para seguir cultivando empleando una agricultura de subsistencia.
Aparte de entretenernos e invitarnos a imaginar, seguramente Candel pretende con su novela avisarnos sobre las nuevas formas de relación; aunque siempre será necesario un pacto que nos permita la convivencia en un mundo cada vez más inestable por los cambios climáticos, pero también por el despotismo económico y social.
En fin, un texto muy ameno y recomendable, pero que sobre todo nos invita a reflexionar además de la familia y los afectos, sobre migraciones, muros y alambradas, e igualmente advertirnos del desastre que se avecina si no actuamos ante el calentamiento del planeta aceptando resignados la consigna egoísta del sálvese quien pueda.