jueves. 21.11.2024

La importancia del contexto

Sobre la palabra "contexto" la RAE tiene cuatro acepciones, pero dos ya están en desuso y las otras dicen así: Entorno lingüístico del que depende el sentido de una palabra, frase o fragmento determinados.

La segunda que se emplea viene a tener un significado parecido pero refiriéndose a un término más amplio y que va más allá de la lengua, así pues, para el segundo significado de "contexto", la academia dictamina lo siguiente: Entorno físico o de situación, político, histórico, cultural o de cualquier otra índole, en el que se considera un hecho.

Por su etimología podríamos pensar que es una expresión de eruditos y extravagantes, pero desde hace tiempo este término ya es popular y no nos resulta ajeno porque es muy utilizado por la clase política. Lo emplean para aclarar despropósitos, para puntualizar, para desmentir o para tratar de enmendar algún testimonio desafortunado. Que hay que ver el empeño de los dirigentes en monopolizar los medios con sus discursos porque, ante tanta exposición y locuacidad, deberían acordarse del viejo y sabio refrán que dice: Quien mucho habla, mucho yerra. Y luego hay que explicarse o desdecirse, y una manera simplista de hacerlo es declarando que tal o cual comentario está sacado de contexto, una excusa que empieza a resultar vulgar para salir del compromiso; o bien deberían ser más discretos y aplicarse el cuento de: Menos hablar y más trabajar. Dicho esto, les confieso que me generan muchas dudas este binomio de política e información, porque tengo la impresión de que se retro-alimentan interesadamente.

Luego están los titulares de la prensa amarilla que esos sí publican a propósito asuntos y hechos que están fuera de contexto. Lo hacen para atrapar al lector invitándole a la curiosidad, luego, cuando te animas a leer el artículo o la reseña te das cuenta de que todo es incierto o al menos dudoso y la crónica o la noticia apenas tiene relación con el encabezamiento sensacionalista.

En muchos ámbitos el contexto es importante, cuando no imprescindible. En literatura por ejemplo, para determinar el contexto del argumento o de los personajes, son muy necesarias las descripciones puesto que los detalles ayudan a comprender y a ubicar a los sujetos envueltos en la trama.

Sin embargo hay que tener mucho cuidado con esta herramienta porque hay que aplicarla en su justa medida. A veces, el autor describe demasiadas cosas metódicamente, meticulosamente, con un exceso de datos y en todas las situaciones, y eso, puede cansar al lector hasta el extremo de aburrirle. En todo caso, si el escritor cree conveniente hacerlo, debe tratar de que esas explicaciones tengan un ritmo determinado y sean poéticas o bellas para que el lector las encuentre necesarias y no se canse.

Otras veces la propuesta va de carencias, es decir, que se aportan muy pocas descripciones y, entonces, quizás de manera intencionada o no, el autor traspasa al lector la responsabilidad de imaginar y terminar de situar el contexto, en cualquier caso el literato debe dar las suficientes pistas para construir el relato, en ocasiones como ésta el lector participa de una manera más activa aunque corre también el riesgo de que se despiste o que el esfuerzo sea muy grande y desista de seguir leyendo.

Por eso es tan importante el equilibrio o la justa medida y, a veces, algunas novelas ganarían más calidad si cabe si se suprimiesen unas cuántas páginas que resultan reiterativas. No sucede lo mismo con otros géneros literarios donde el contexto está muy bien definido o puede ser tan libre y ambiguo como en la poesía.

De vez en cuando, y leyendo a un autor que pertenece a tu generación, empatizas con su obra, sobre todo cuando escribe con tintes autobiográficos, sean estos completamente ciertos o no, pero comprendes sus emociones, sus sueños, sus frustraciones. Al leer entiendes que el contexto donde sitúa el relato fue muy parecido al tuyo y te lo apropias porque  vislumbras aquella infancia que se parece tanto a la tuya, y eres capaz de percibir aquel paisaje de monocultivos que describe, las costumbres de aquel tiempo ya remoto e incluso el tipo de educación que recibíamos.

Eso me ha sucedido leyendo "El viento de la luna" del ubetense Muñoz Molina, aunque tenga mis dudas sobre la llegada del hombre al satélite allá por 1969. Pero  empleando fragmentos de la gesta del Apolo XI, el escritor construye una novela íntima, un texto que me ha evocado acontecimientos y situaciones afines. En sus páginas he rememorado el desasosiego que siempre provoca el paso de la infancia a la adolescencia, de vecinos compartiendo televisores en blanco y negro o de la ingenuidad ante  conversaciones veladas o susurradas sobre un pasado no resuelto.

Desde hace tiempo, y a nivel personal, mi contexto lo tengo bien marcado o definido, es mi familia, mis amigos, mi barrio, mis dos ciudades, porque no soy capaz de elegir cuál de ellas me importa más, la extensa llanura que no llega a ser páramo porque la salvan viñedos y olivares, la Mancha que es mi paisaje de referencia. Todo eso influye en mi bienestar y en mi ánimo.

Como este empeño mío de resaltar últimamente la caída de las hojas de los plátanos en mis escritos, suspirando por un otoño lógico de días fríos, nubosos o lluviosos y un poco tristes, aguardando jornadas que me inviten a refugiarme en mi casa, con los míos y poder disfrutar de mis aficiones preferidas, dejando pasar las horas enredado en divagaciones como ésta que ahora les intento compartir.

La importancia del contexto