Un programa simple
En España no tenemos una derecha, como parece que tienen la mayoría de los países de nuestro entorno. Las derechas europeas actúan políticamente en el marco liberal conservador y democristiano. Que podemos compartir o no; pero que es una opción digna de todo respeto. Ojalá, y algún día la tengamos. Es difícil analizar el por qué. Quizá sea una deformación que viene de años, de siglos. Pero para no perdernos en divagaciones ideológicas e históricas analicemos el momento actual.
Aunque intentemos basarnos en hechos reales, en hechos que están ahí, en hechos que vemos todos los días, no deja de ser una opinión, todo lo subjetiva que cada uno quiera calibrar. Apartarse del marco liberal conservador y democristiano, ha conducido a vaciar de contenido ideológico el partido. Lo vemos todos los días. Las actuaciones no se ajustan a esos principios que rigen en todas las derechas europeas. No hay un contenido que marque la ruta de actuación. No hay un ideario programático. No vemos, -o así lo percibimos algunos-, esa hoja de ruta que delimite su estrategia política.
¿Dónde está el programa? Los demás partidos, estemos de acuerdo o no, muestran una motivación en sus políticas: Preferencia de lo público sobre lo privado; prioridad en atender a las clases medias y trabajadoras; luchar contra la desigualdad. Luego lo cumplirán o no; conseguirán esos objetivos o no, acertarán o no; pero hay una línea programática. ¿Cuál es el programa del PP? Me atrevo a suponer que en su programa, no escrito, solo hay dos puntos, más o menos inconfesables. Privatizarlo todo, desmantelar el Estado, ponerlo todo en manos de lo privado. No lo dicen, pero se ponen manos a la obra al día siguiente de tomar posesión. Se ve con toda claridad.
Y en segundo lugar, decir a todo NO, con el fin de desacreditar al que gobierna. Esos son los dos puntos de su programa. Privatizar y negar. Y no es lo más grave la puesta en marcha de esos dos puntos programáticos, sino sus consecuencias y los medios para conseguirlos. Tienen que recurrir al patrioterismo barato que divide a la sociedad en buenos y malos; tienen que montar falacias para justificar sus posiciones; se crea un ambiente a veces difícil de respirar; se hace imposible el diálogo constructivo y los consensos. Es una asignatura pendiente en España.