Politizar la Justicia
Hemos oído infinidad de veces, que la asignatura pendiente de la Transición es la Justicia. Probablemente sea una afirmación injusta. Hay miles de jueces repartidos por todo el territorio nacional desempeñando su función con la máxima dignidad y profesionalidad. Pero, tengo la impresión, de que la mala imagen que en ocasiones presenta la Justicia se debe a una minoría que no ha sabido, o no ha querido reciclarse; no ha sabido, o no ha querido adaptarse a la separación de poderes en una democracia avanzada.
Son muy pocos, pero están muy bien colocados en los puestos clave. Hay jueces, muy pocos, repito, que siguen entendiendo la Justicia como una forma de hacer política, y de imponer su ideología. Lo estamos viendo últimamente que se están posicionando claramente para favorecer a una tendencia, y entrometiéndose en un terreno que no les corresponde; aunque todo parece indicar que se han dado cuenta del jardín jurídico en que se han metido, y de las consecuencias que podían acarrear a España. Han rectificado, en parte. Es mi opinión.
Eso por una parte; que tiene su importancia, pero no es la única causa. Hay otra causa no menor. Yo diría que es la central y básica: Hay un sector, bastante amplio, político y mediático, que desde hace bastantes años han intentado y siguen intentando utilizar la Justicia para sus intereses, para beneficio propio. Para beneficiarse en sentencias sobre asuntos muy sucios; encaminados a evitar sentencias por corrupción; y también, para utilizar el Tribunal Constitucional como Tercera Cámara. Para echar por tierra acuerdos que legítimamente eran aprobados previamente por el poder legislativo.
Y no es la primera vez, ni va a ser la última. Desde los años noventa, el Partido Popular bloquea los nombramientos del Poder Judicial cuando las votaciones no le son favorables. Lo hizo Aznar, lo hizo Rajoy, lo ha hecho Casado y lo sigue haciendo Feijóo. Cuando tiene mayoría en el Congreso de los Diputados se renuevan, pero cuando no la tiene se bloquea; y a esperar que cambien las mayorías. Y por si fuera poco, acompañado de la descarada acusación de que son los demás los que invaden las instituciones. Lo considero suficientemente grave, como para que todos -digo todos- se propongan acabar con la politización de la Justicia mediante un gran pacto de Estado. No es fácil que lo haya.
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