Honrar a las víctimas

MEMORIA DEMOCRATICA

A todas. Todas las víctimas que lo han sido por motivos injustos e injustificados. Todas las que han sufrido muerte, daño, o persecución, sin otro motivo que el de pertenecer al bando adversario, son merecedores de nuestro reconocimiento, de nuestro homenaje. Deben figurar siempre en nuestro recuerdo y en las páginas de la historia. Las víctimas no tienen fecha de caducidad. Y este recuerdo, además de ser una obligación moral, es una necesidad para que no se vuelva a repetir.

España tiene una deuda con un cierto sector de víctimas que sufrieron una persecución genocida, y que otro sector se niega a que tengan una memoria digna. Unas víctimas y sus familias han tenido el reconocimiento merecido. ¿Por qué otras no pueden tenerlo? Para algunos, el recuerdo y homenaje de sus víctimas es un hecho de justicia, y para otros es un acto de revanchismo, de remover heridas. Es una actitud injusta e injustificable. Es bochornoso que clasifiquemos a las víctimas por categorías, según su origen y pertenencia.

Algunos confunden la reconciliación con el olvido y la justicia. Los causantes del dolor deben llevar sobre sus hombros todo el castigo judicial e histórico; deben cumplir las penas merecidas y el repudio de la sociedad. Pero la generosidad también tiene que tener su sitio, generosidad para los que se han incorporado a la normalidad democrática, si no tienen delito de sangre. Perdón, reconciliación, pero nunca olvido. El daño tiene que estar presente, siempre.

Se equivocan, -no sé por qué- aquellos que reivindican el rechazo permanente a los herederos de ETA, -repito: que no tengan delitos de sangre-, mientras piden olvido, y reconciliación para las víctimas de la represión franquista, -no lo entiendo-. Se exponen a que otros pensemos que no quieren el reconocimiento de aquellos hechos, porque se sienten herederos de esa negra etapa. No lo sé. El fin de ETA trajo un punto y final, trajo la vuelta a la normalidad, trajo la sustitución de las pistolas por la palabra, pero nunca el olvido del daño. La Transición significó el punto y final de una etapa que nunca debió existir; significó la reconciliación entre todos los españoles. Pero nunca el olvido y la no restitución moral de sus víctimas.

 

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