Diagnóstico acertado
En política, como en cualquier otro aspecto de la vida, para solucionar algo es imprescindible hacer un diagnóstico, y que sea acertado. Si no se acierta no hay posible solución, o es que lo que se busca no es solucionar el problema. Por ejemplo: cuando Adolfo Suárez hizo frente a la Transición vio con claridad, que, o participaban todos o no había reconciliación. Por eso legalizó el Partido Comunista, y con Fraga y Carrillo en la misma mesa todo se recondujo a buen fin. Un éxito. Al final el PCE contribuyó en mayor medida a la reconciliación que aquellos que se alarmaron por “la traición a España que suponía legalizar al Partido Comunista”
Se ha repetido muchas veces. Pero centrémonos en el conflicto actual. Se han creado dos frentes que luchan encarnizadamente por llevarse su gato al agua. Los independentistas, por una parte. Bien movidos por una legítima aspiración, o bien movidos por intereses espurios; pero han hecho un frente común: “tener cada día más adeptos a la causa”. Esa es su batalla. En diez años han pasado de un 17 % a casi conseguir la mitad de los catalanes. No ha sido suficiente para lograr su objetivo, pero sí para romper en dos bloques a la sociedad catalana.
Por otra parte el nacionalismo patriótico españolista, que alimenta a su clientela a base de crear una corriente basada en una “Unidad de España” arcaica, y falsa porque solo han conseguido polarizar a la sociedad, y contribuir a que haya más secesión. Dos frentes que solo piensan en aumentar su espacio electoral.
Y, en ese ambiente de enfrentamiento, surge alguien que se ha parado a pensar; ha hecho un diagnóstico real de la situación; se ha dado cuenta de que la verdadera “Unidad de España” debe sustentarse en la reconciliación y en la convivencia. Un plan basado en el respeto a quien no piensa igual. Unidad fuerte basada en la pluralidad. Conseguir que cada día haya más ciudadanos catalanes convencidos de que España acepta su identidad, y más españoles convencidos de que necesitamos a los catalanes para ser un país más fuerte. Convencer, -si no a todos, que eso es imposible- sí a una gran mayoría, de que se puede conseguir en armonía, sin saltarse la Ley. Ese es el diagnóstico acertado que nos llevará a buen puerto. Necesitamos esa mayoría social. Y quien no esté en eso, es que está en otra cosa. Una deficiencia: ¿Se ha explicado lo suficiente?