Algo se mueve

Artículo escrito por Julio García-Casarrubios Sainz

Los grandes cambios sociales, económicos y políticos que se producen en el seno de una colectividad, han sido siempre precedidos durante algún tiempo de movimientos, más o menos soterrados, pero de un profundo sesgo ideológico. El cambio que se produjo en los años treinta del siglo pasado, para acabar con el comunismo bolchevique de 1917, se fue forjando durante años. Son cambios que se producen como consecuencia de un descontento que viene cociéndose a fuego lento.

Verlo venir es obligación de los líderes políticos para evitar que ese cambio, lejos de solucionar el descontento, no sea peor el remedio que la enfermedad. Sería ceguera no ver que en Francia, algo se cuece, algo se mueve. Los partidos tradicionalistas, el Socialista y el Republicano, sobre los que ha pivotado la V República Francesa, en el año 2012, hace diez años, sumaban entre los dos un 55 % de los votos; en 2018 bajaron al 26 %; y en la actualidad no llegan al 7 %. ¿Qué han hecho? ¿Qué deberíamos hacer nosotros para no vernos en esa situación?

Eso en Francia con una larga historia en democracia, y con un nivel de bienestar social superior en muchos aspectos. Pero los descontentos estaban, y están, haciendo mella. Y es ahí donde debemos buscar los cambios que se están produciendo. Cuidado que esos cambios no sean para mejorar, sino que sean la puerta de entrada a posiciones retrógradas que aprovechan el río revuelto para introducirse. No nos vaya a pasar lo que en los años treinta: “Que el fascismo resultó ser peor que la revolución bolchevique”.

Nuestro descontento, en periodo de incubación, hay que fijarlo en la corrupción, las desigualdades, la estabilidad en el empleo, y el oscuro futuro de los jóvenes. Pues bien: algunas de las corrientes nacientes parece que han entendido esos problemas y van por el buen camino; aportan soluciones, aunque tímidas. Pero otras de esas nuevas corrientes, con una gran carga ideológica, buscan solamente volver a etapas que creíamos superadas. Todos, políticos y ciudadanos, que supieron entender el cambio de la dictadura a la democracia, tienen la obligación de ponerse de acuerdo, de hacer una puesta en común, para evitar que perdamos lo conseguido. Es bueno mantener las diferencias en los medios, pero no en los objetivos.