Un columnista satírico español, David Torres, se ha hecho eco del dislate de esta guerra de ideas que estamos viviendo, con una impecable ironía que describe paródicamente cómo "el boicot internacional contra Rusia ha alcanzado proporciones grotescas y no se descarta que en los próximos días vaya más lejos aún en esta espiral de disparates digna de un número de los Monty Python. De hecho, hace años que en el mundo occidental la política, la cultura y los deportes han adquirido el tono de un especial de los Monty Python, excepto en España donde suenan más bien a Gila y a Chiquito de la Calzada".
Y añade que "esta vez, sin embargo, cuando algunos restaurantes hispánicos han decidido iniciar por su cuenta la cancelación de la ensaladilla rusa (rebautizándola como "ensaladilla Kiev"), la historia tiene ecos de aquel chiste de Eugenio en el que un español y un ruso charlan en un tren y el español, como no tiene ni puta idea de Rusia, dice que le encanta la ensaladilla rusa y los polvorones de Estepa". Efectivamente, a muchos les sobra lo que no conocen y, a los que dirigen y promueven estas campañas de odio, les falta reconocer que destruir la cultura rusa, como cualquier otra, es empobrecer la cultura universal y, por lo tanto, la cultura que necesitamos, por ejemplo, para no proclamar la barbaridad que una política en el ayuntamiento de Valdepeñas ha considerado oportuno expresar. Según esta lumbreras los nazis (nacional-socialistas), Hitler, más concretamente, eran socialdemócratas.
Obviamente, en contra de lo que explica una consulta en Wikipedia, nuestra "experta" politóloga quiere ignorar que tanto el nazismo alemán como el fascismo italiano surgieron como feroces enemigos del socialismo marxista -que había triunfado en Rusia con la revolución de octubre de 1917-, aunque también se posicionaban contra el capitalismo liberal que existía en la época y que, en cierta medida, los quiso utilizar para dominar a la clase obrera "contaminada" por la triunfante experiencia soviética, que fue un auténtico revulsivo para los "parias de la tierra".
No era que el nazismo fuera la izquierda, sino que manifestaba un "obrerismo" (en España era Ramiro Ledesma el encargado de hacer ese guiño) presentado engañosamente como un punto de vista crítico en relación al capitalismo que podía confundirse con la crítica que el socialismo marxista también hacía aunque desde otra perspectiva y con otros objetivos.
Porque lo que los nazis manifestaban muy claramente era que ellos querían hacer un tipo de "socialismo nacionalista" para Alemania, sin la perspectiva que tenía el marxismo de unir revoluciones en el mundo entero.
Los nazis proclamaban una "revolución social para los alemanes", a diferencia del proyecto de los partidos de derecha de la época, practicantes de una cultura política que practicaba la exclusión completa del proletariado de cualquier intervención en los asuntos públicos, salvo si tocaba ser carne de cañón en alguna guerra originada por rivalidades y choque de intereses entre burguesías "nacionales". ¿Les suena?
En el nacional socialismo el concepto fundamental es el término 'nacional', no el término 'socialista.' Esa es la línea de fuerza fundamental del nazismo: defender lo que es nacional y 'propio de los alemanes'. Ahí entra la llamada teoría del arianismo: los teóricos del nazismo buscaban una fundamentación para imponer la idea de que los buenos alemanes eran descendientes directos de los arios, una tribu superior al resto de los seres vivos a los que, a la menor oportunidad, se les negaba hasta la consideración de humanos.
Díganme ustedes qué tiene que ver todo esto con los "pringaos" de los socialdemócratas que, a partir de 1914, se pusieron al servicio de la burguesía alemana votando afirmativamente los presupuestos de guerra con una diligencia equiparable a la que actualmente le pone al servicio de sus amos estadounidenses. Sí, es verdad: hay muchos canallas en este mundo y muy diversos pero cada cual con su etiqueta y ni los autoritarios pueden ser comunistas ni los nazis soñaban con ser socialdemócratas. Y "todólogos" hay que no saben de lo que hablan. No cuesta nada llamar las cosas por su nombre.