Y Borja habló en euskera
El problema no es hablar en euskera en el Congreso, sino que el idioma sea un problema. Esta nueva polémica parece haberse suscitado para sobrevivir a las últimas semanas del verano. Parece que los partidos políticos producen capítulos de un serial y que, a últimos de septiembre, les ha faltado temática. Así que, puestos a crear problemas donde no los hay, han recurrido de nuevo a la manida y socorrida polémica del idioma.
Escandaliza la facilidad para escandalizarse que han demostrado los compañeros de Borja Semper porque ha osado a pronunciar frases en euskera. Olvida el ingenuo de Borja que sus compañeros no son especialmente hábiles en eso de captar sutilezas. A ver, Borja, hablar en euskera es hablar un idioma que no ha de hablarse y punto. Además, Borja, ni siquiera debes referirte a ese idioma con el nombre de `euskera´ sino que debes denominarlo `vascuence´, como toda la vida. Sí, Borja, has hecho el canelo, no por hablar en euskera, no por traducir tus propias palabras y tampoco has hecho el canelo por contradecir tus propias declaraciones. Borja, has hecho el canelo por esperar de tus compañeros de partido una inteligencia de la que carecen.
Paralizado el gran tema de proporcionar amnistía al señor Puigdemont, quien sufre un penoso exilio, con toda clase de privaciones y carencias en Waterloo, había que suministrar ese pasto en forma de polémica del que viven polemistas e inefables estrellas de la radio. Mientras, el presidente en funciones está marcando los tiempos según su guapa voluntad, diciendo que él hablará cuando le toque. Es un escenario propio de un teatro de guiñol en el que los diputados de Vox arrojan los pinganillos con indignación, negándose a conectarlos a sus reverendísimos pabellones auriculares, todo ello en un alarde de valentía y arrojo propios del Cid Campeador. Y mientras Vox se ofende, el Presidente en funciones negocia lo innegociable, es decir, la integridad del ordenamiento jurídico estatal, pergeñando una ley de amnistía inconstitucional para el vecino de Waterloo. Es inconstitucional aprobar leyes hechas a medida contradiciendo lo establecido en la Ley Orgánica del Código Penal y, sobre todo, si ese mismo Código Penal es la moneda de cambio para alcanzar la presidencia del Gobierno.
Por su parte, Núñez Feijoo, lejos de realizar la labor propia que debiera realizar, aparece paralizado, como víctima de un encantamiento. Feijoo ni siente ni padece, ni lucha, ni se ofende, ni defiende, y tan solo alcanza a quejarse del idioma en que se pretende hablar en el Congreso de los Diputados. Y es que en el mismo teatrillo coexisten dos fuerzas contrarias solo en apariencia. En efecto, todos están remando en la misma dirección, todos confluyen en la misma voluntad, a saber, quemar el tiempo, entretener con la falsa polémica del idioma, hasta que, después de la puesta en escena de esta semana, se pongan de nuevo las urnas encima de la mesa.