viernes. 22.11.2024

Esa violencia de género que no existe

No más violencia machista
No más violencia machista

Una mujer paseaba una noche de invierno con el cochecito de su hijo, cuando alguien le preguntó por qué no estaba a esas horas en casa. Ella respondió que solo quería pasear. Su marido había cerrado la puerta del domicilio conyugal sin que ella pudiera entrar. La madre y el niño estuvieron en la calle durante horas. La misma mujer, en una conversación sobre violencia de género manifestó: “¿Y ellas?, ¿por qué aguantan?” Seguro que aún no es consciente de que impedir el acceso al domicilio familiar (cualquiera que sea el titular de su propiedad) es un delito de coacciones. Incurre en delito de coacciones el que impide a otro con violencia hacer lo que la ley no prohíbe, o le obliga a efectuar lo que no quiere, sea justo o injusto. Pero él no le había pegado.

Hija mía, es que ahora con mirarlas ya pasan la noche en el calabozo los pobres hombres” se quejaba una madre cuyo hijo estuvo gritando, golpeando muebles y amenazando durante horas a su novia, impidiéndole regresar a su casa. En este caso, el hombre tampoco había pegado a la mujer. Delito de detención ilegal, amenazas…..

Esta madre debe considerar que los policías nacionales que se personaron en su domicilio son tontos, inexpertos y, sobre todo, muy feministas. Así deben considerarlo, no solo esta peculiar mamá, sino una parte importante de la población, ya que entienden que cuando los policías llegan a un domicilio y una mujer afirma tranquilamente que ha sufrido violencia de género, inmediatamente engrilletan al marido y se lo llevan a Comisaría. Parece obviarse que la policía nacional actúa con la debida profesionalidad, que observa un protocolo legal, que evalúan riesgos y que, a la vista del escenario que encuentran en cada caso, proceden o no a la detención.

Un aficionado al fútbol gustaba de golpear las paredes del dormitorio de su novia que, haciendo turnos de noche, llegaba a casa por la mañana e intentaba dormir. Dado que él deseaba entablar un sosegado diálogo, golpeaba y gritaba en las habitaciones contiguas al dormitorio, hasta que ella accedía a hablar o si no, no la dejaría dormir. En una conversación con las amigas sobre violencia machista, ella misma decía: “a mí no me ha puesto la mano encima y que no se le ocurra

“¿Y ellas?, ¿por qué aguantan?”, “ten cuidado que ahora con cualquier cosa que digas ya eres machista”, “yo no me he sentido discriminada”, afirman las propias mujeres sin atreverse a volver el foco hacia dentro de sus propios hogares y constatar que, cada vez que su pareja la señala con el dedo, dándole una lección, alguien se está situando por encima de ella, o sea, en un lugar que no le corresponde. Cada vez que su pareja controla lo que gasta, en qué y por qué, alguien se siente por encima de ella. Cada vez que su pareja le grita o castiga dejándole de hablar, está subiendo otro peldaño de eso que dicen que no existe: la violencia de género la cual aún no ha mostrado su verdadera dimensión.

Esa violencia de género que no existe