Una oportuna simulación de delito
“Tal vez sea la propia simplicidad del asunto lo que nos conduce al error.”, dijo el escritor Edgar Allan Poe. Es mentira que a un joven homosexual le marcaran unos encapuchados la palabra `maricón´ en los glúteos. Es cierto que un hombre de unos treinta años, viajando en el metro, dijo al joven Axel “maricón, hijo de puta” y que le dio un fuerte puñetazo en la cara. Y también es cierto que el joven Samuel murió a causa de la paliza que le dio un grupo de jóvenes. También es cierto que aún no se sabe si lo mataron por su homosexualidad y que esta circunstancia se conocerá una vez practicadas las pruebas en el correspondiente juicio oral. Así de simple. Lo cierto es cierto y lo falso es falso.
Entonces, ¿por qué el empeño en que las denuncias falsas desautoricen una realidad? A veces resulta enervante la intención manipuladora por la que un ejemplo (una denuncia falsa) sirva para negar lo evidente (las agresiones a un colectivo) Las redes sociales son precisamente eso, redes de arrastre que pescan débiles mentales que pastan consignas y frases hechas y pequeñitas, a ser posible.
Entre las redes sociales habrá personas con criterio propio, no lo dudo, pero la voz de la mayoría `impensante´ es tan ordinaria, bobalicona y altisonante que realmente asusta porque esa voz deja constancia fidedigna del nivel general de formación y educación y, sobre todo de la magnitud del resentimiento que hacina la gente en sus trasteros.
La denuncia falsa en cualquier tipo de violencia de género es lo mejor que se les ha ocurrido para deslegitimar una realidad. Al mentir como un necio, el chico de la escarificación en las posaderas, proporcionó el mejor argumento para minimizar una violencia manifiesta. Si efectivamente hay agrupaciones, manadas, turbas o piaras que gustan de apalear homosexuales, lesbianas o transexuales, ¿por qué negarlo? Subyace en este asunto una aprobación que se habla para adentro, con disimulo y con esa sonrisilla con la que un tonto reincidente se finge inteligente.
Las redes sociales son un instrumento válido para la libertad de expresión que, sin embargo, posee una vertiente perversa. Y es que, al igual que el papel lo aguantaba todo, un tuit también se engrandece solo por el uso del lenguaje escrito. Las redes sociales también lo aguantan todo y más. Algunos escribidores de tuits esgrimen una suspicacia sistemática que finge una astucia que no hay; revela que hay mucho paranoico per cápita y que también hay muchos descubridores de manos negras. Manos negras las habrá, pero hay muchas más manos marrones manchadas de mugre de internauta disfrazado de mente sagaz.
La denuncia falsa del chico de los glúteos tratados a navaja es lamentable. E igualmente lamentable ha sido el tratamiento de la mentira. Con lo simples que son los hechos: lo que es cierto es cierto y lo que es mentira es mentira. No es tan difícil.