Negro sobre blanco
“Son almas endurecidas por la maldad” dice José Saramago en el libro Ensayo sobre la Ceguera (1995). Vinícius José Paixaõ de Oliveira cuenta con veintidós años y, afortunadamente, sabe indignarse y señalar a quienes le agreden. Él es afortunado porque todavía no ha sufrido la cantidad de violencia necesaria para apagarle la capacidad de indignación. Hasta hace poco, la masa agredía sabiendo que la persona agredida no respondería a los insultos. Se llama indefensión aprendida. Una persona negra no respondía a los insultos, ni una persona gorda, ni una persona homosexual, ni una mujer.
Los agresores son muy jóvenes. Llevan el mismo corte de pelo, las mismas camisetas e impostan la voz cuando cantan, imitando el cántico propio de la masa. Cada uno de ellos asume el sonido de la multitud y, así, se sienten protegidos. La muchedumbre ofrece seguridad porque dentro de ella, las cosas suceden a oscuras: “Creo que nos quedamos ciegos; creo que estamos ciegos; ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven” Dentro de la multitud, las manadas, los colectivos o las masas se hace una oscuridad transparente y las reglas se relajan. Porque la multitud compacta y anónima carece de resquicios por los que entrar a exigir responsabilidades. Por eso, Vinicius ha roto las reglas de la masa señalando a un individuo. Ha sabido usar la presencia de miles de cámaras y ha dicho “tú eres el responsable”, de manera que muchas cámaras han podido identificar a un miembro del miserable coro. A partir de ese momento, la masa tiene rostro, nombre y responsabilidad.
La inteligencia de una persona asoma cuando muestra qué le produce risa. Así se autorretratan sin necesidad de hacerles preguntas quienes se ríen de una persona gorda, negra, homosexual, magrebí, vieja, china, delgada, mujer, con alguna discapacidad, con pensamientos distintos…Este es el retrato diario que se puede observar en el paisanaje poniendo un poco de atención. Y es en ese momento de constatación de la necedad diaria cuando uno debe tomar partido y abandonar la perversa equidistancia. ¿Y tú?, ¿qué piensas tú?, ¿permites las burlas?, ¿toleras el acoso? Frente al odio colectivo: ¿quién eres?
Decían `tonto´ no decían `mono´. La negación de lo ocurrido en el estadio de Mestalla es también una agresión. Porque ya no valen ni el silencio, ni negar lo ocurrido, como si se pudiera negar el canto a coro de miles de personas. Aunque desde que existe el terraplanismo, se puede negar cualquier cosa.
Vinícius José Paixaõ de Oliveira se ha indignado sabiendo lo que hacía y cómo lo hacía. Miles de jóvenes de dieciocho o veinte años, gritan `mono´ satisfaciendo así su normal necesidad de contravenir las normas establecidas. Ignorando que, cuando la vida les pase por encima, a ellos no les gritará una multitud porque no serán alguien. El silencio será tan fuerte que desearán ser Vinicius en plena indignación. Esa es su tragedia.