Pío, pío, pío

«Si no estás en Tweeter, no existes» (Proverbio de la ignorancia popular)

«Me pareció ver un lindo gatito» (Frase emblemática de Tweety [Piolín])

El emprendedor multimillonario Elon Musk compra Twitter y todo el mundo se revoluciona: ¿qué va a pasar con la libertad de expresión? ¿Se va a garantizar plenamente o se restringirá más? ¿Se les devolverá las cuentas cerradas a Donald Trump y Jordan Peterson? ¿Despedirá a empleados o contratará más? Recuerde el lector que Musk compró la «red social» más famosa del mundo y quizá la más usada con su propio dinero y es, por lo tanto, propietario de una empresa privada. Twitter no es un medio público oficial de comunicación, como en España el BOE o, en otro sentido, RTVE y RNE, medios, por lo demás, al servicio del gobierno de turno. Sus trabajadores no son funcionarios del Estado: puede despedirlos cuando le dé la gana, con indemnización o sin ella, dependiendo del estatuto de los trabajadores del país en donde se produzcan los despidos y del contrato que hayan firmado. Puede censurar (vea el lector, para su mayor tranquilidad, la palabra «censura» en el DRAE) o admitir a quien quiera y los píos que quiera. Sí, los píos: eso significa tweet traducido al español (o castellano, como se prefiera, que a quien esto escribe ya le da igual): «pío».

Piolín

[Nota bene: En Galicia se ha establecido que en los medios públicos no se usa el anglicismo tweet, sino el gallego «chío», que traduce esa palabra y el castellano (o español) «pío»].

Independientemente de estas precisiones lingüísticas, lo grave de este asunto es que Twitter, Facebook (ya, por lo visto, bastante anticuada) o cualesquiera otras redes sociales son empleadas por los políticos como medio de comunicación «oficial» para anunciar leyes, medidas, posiciones de sus partidos o cualquier otro asunto de los que ocupan su precioso tiempo, en lugar de dar una rueda de prensa (sometiéndose a las preguntas y repreguntas de los periodistas y contestando sin excusas ni subterfugios) o publicar una nota en un periódico. Un fraude, sin más matiz. Del pío al BOE sin escalas: como ya no son capaces de escribir una página de periódico explicando y argumentando sus políticas, se refugian en Twitter y ya ahí se escudan en el limitado número de caracteres y «abren hilo». Y si los propietarios de la red, antes de Musk y ahora este, en ejercicio de su libertad empresarial de propietario, deciden censurar un pío o cerrar una cuenta, ponen el grito en el cielo porque hay que ver, qué atentado contra la libertad de expresión. ¿La libertad de expresión depende de Twitter? ¿No hay otra manera de comunicarse con la Humanidad o, sin más con la ciudadanía de un país? En definitiva, ¿a quién le importa a quién o qué pío censuren los administradores de Twitter? No es una cuestión de Estado: si le cancelan la cuenta a un político o a un «intelectual», se va a otra red y aquí paz y después ni pena ni gloria, porque tampoco son tan importantes. También se pueden poner a escribir un artículo periodístico o un libro para explicarse. O buscarse un «negro» que se lo haga.