Alfonso 'El Cojo' en su taberna de Valdepeñas
Mi paisano y colega Julián Gómez que trabajó en el desaparecido semanario “Canfali”-junto a los buenos amigos “Paqui” y Ángel López Sánchez- y que, poco tiempo después, crearon otro periódico bajo el nombre de “Jaraíz”, cuyo director era el citado Julián, me envía la entrañable y nostálgica foto que ilustra este texto, en la que podemos ver a mi viejo amigo Alfonso García Ruiz, alias “El Cojo”, en plena faena de “sifonear” de un tirón la ristra de los chatos del excelente clarete que le vendían las desaparecidas bodegas “López Tello”, que elaboraba un muy digno tinto-clarete, que era popularmente conocido y muy comercializado en la hostelería local, como “Tinto Moya”.
Alfonso nació en Valdepeñas, en 1924, hijo de Juan José García de la Torre -tabernero de profesión, que era cojo- y María Francisca Ruiz Escalera, que también ayudaba en la vieja tasca situada en los soportales de la plaza España en la Ciudad del Vino, donde tiene puerta la actual pescadería “Cantábricas Plaza”-anteriormente “Pescaderías Cantábricas-, fundadas en 1920 y que regentaron y agrandaron mucho más el negocio los hermanos Francisco y Ramón Sánchez Peña, continuando después la tercera generación sus herederos Francisco, Antonio y Ramón, hasta su cierre y cambio de dirección, ya que, se las arrendaron a los trabajadores de las citadas pescaderías, que eran conocidas provincialmente, dado que, muchos clientes procedían de pueblos de la provincia de C. Real, porque el mercado de mayoristas de frutas, verduras, conservas, salazones y pescados dependía de Valdepeñas, en aquella época dorada, en la que las ventas diarias ascendían a varios millones de pesetas, entre todos los asentadores de la Ciudad del Vino: Vicente Caballero, Francisco Fernández, Enrique Bou, Matías Brotons y Hermanos -mi familia-, Doroteo y Santiago Martínez -primos hermanos de mi madre-, Miguel Castillo e hijos, David Calzada, Vicente Romero, Vicente Laderas y sus socios Emilio y Santiago, apodados “Los chicos”, dado que, eran adolescentes cuando comenzaron a ayudar a la venta al por mayor de pescados a mi familia paterna, que, además, tenían varios puestos de pescado en el Mercado Municipal y que se quedaron con ellos, en régimen de alquiler.
'El Cojo'
Mi buen amigo Alfonso trabajó en la taberna de su padre-junto a sus hermanos-, pero tras casarse, fue representante en la provincia de Jaén de las bodegas de mi familia: “Matías Brotons, Hermanos y Compañía”, fundadas en 1920 por mi abuelo Joaquín Brotóns Peñasco, bajo el nombre de “Bodegas Santa Pola”, que heredaron su hijos varones: Matías, Joaquín y Francisco, padre del autor de este artículo, escrito con la sangre roja del corazón y los recuerdos, que abrasan como cenizas candentes.
Posteriormente, en 1958, Alfonso se traslada a su amada Valdepeñas y abre una taberna en la calle Bataneros, 8 -frente a la calle Sevilla, que daba acceso al Mercado Municipal-, tasca típica y muy concurrida, que desapareció con la trágica riada del 1 de julio de 1979, que la arrasó completamente, como otros muchos negocios y casas, ya que ha sido la peor riada que ha sufrido mi patria chica de todas las acaecidas en la historia, que han sido varias.
En 1980 Alfonso, acondiciona el portal o zaguán de un antiguo edificio y casa de vecinos, donde instala su nueva taberna, en la calle: Bernardo de Balbuena, 2, en una morada del siglo XVII, que perteneció a las ”Marotas” y donde, actualmente, está el mesón-restaurante:” La Venta del Comendador de la Villa de Valdepeñas”, que dirige muy acertadamente el amigo Jesús, y que decoró con mucho acierto el conocido diseñador-decorador Santos Neira.
La taberna
La taberna de “El Cojo”, era una institución en Valdepeñas, como lo fue la antigua: “Casa Álvarez-actual bar-restaurante: “El Penalty”-, pero las tasca de Alfonso tenía personalidad propia, clásica, añeja y con solera que le imprimía el local, y además el especial carácter del tabernero, que fue el último de la patria chica de Gregorio Prieto y Juan Alcaide en servir el vino desde las impolutas “frascas” de cristal, que tan famosas fueron en el siglo pasado, ya que, se utilizaban en todas las tabernas y bares para escanciar los caldos valdepeñeros, cuando el néctar fermentado de las uvas corría impetuoso por las barras y mostradores de toda España, especialmente Madrid y Andalucía, que siempre fueron los dos grandes mercados del: “Vino Varón”, que es como se llamaba en aquellos tiempos a los caldos de los que el prestigioso crítico José Peñín escribió: “Cuando en la Rioja se asentaban los cimientos de su primera bodega mercantil: Marqués de Riscal, ya en Valdepeñas, Luis Palacios llenaba un tren diario de vino para beberse con fruición en la Villa y Corte…”
Las tapas
También, sin lugar a dudas, atraían mucho público las tapas que hacía: “La Manola”-esposa de Alfonso-, que tenía una mano única para la cocina y junto a su marido preparaban la pitanza o condumio: tapas y raciones: patatas fritas en aceite puro de oliva- con un toque personal que yo conozco-, tiznao, morcillejas, boquerones rebozados y en vinagre, pimientos fritos rojos, costillas y tantas otras, que regábamos ampliamente con sus vinos y nos hacían inolvidables los muchos ratos pasados en la citada bodega valdepeñera, en la que he compartido el vino y la amistad con amigos/as, paisanos y gentes del pueblo llano, que son lo mejor de esta piel de toro, en la que las dos Españas empiezan otra vez a mostrarse sus afiladas guadañas…
Pero también he degustado en el nombrado bodegón el di-vino licor de Baco con importantes personalidades del mundo de la cultura, entre otros: José Hierro (Premio Cervantes), Francisco Nieva (Premio Príncipe de Asturias y Académico de la Real Academia), Pablo García Baena (Premio Príncipe Asturias y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana), Luis García Montero (Premio Nacional de la Crítica, Premio Nacional de Poesía y actual director del Instituto Cervantes), Luis Antonio de Villena (Premio de la Crítica), el reputado pintor manchego de prestigio internacional Antonio López García, sobrino de otro grande de la pintura castellano-manchega, Antonio López Torres, que, junto a Benjamín Palencia y mi paisano y amigo Gregorio Prieto, entre otros, forman el grupo de artistas plásticos más reputados de esta tierra nuestra manchega tan ingrata con sus creadores, que suele darles vida de tercera y entierro de primera… y en donde todavía, cuando el crepúsculo ilumina las viñas, vemos pelear a don Quijote contra los molinos de viento, que agitan sus aspas enloquecidas, mientras los pellejos de vino duermen en las cuevas de piedra varias veces centenarias de nuestra amada tierra: La Mancha, la que cataron grandes poetas como Juan Alcaide, Eladio Cabañero…
Dedicatoria
A la memoria y recuerdo de Alfonso, “el Cojo” y de su conyugue: “La Manola”, dedico esta reseña, que me evoca tiempos muchos mejores en los que compartía muy a menudo los famosos desayunos-almuerzos que preparaba mi amigo: “El Cojo”, donde “caía” el puchero de barro de dos litros de tinto de “Los Moyas”, entre los tres o cuatro comensales “convidaos”, dado que, no le gustaban las cuadrillas muy grandes al amigo Alfonso, “El Cojo”, en su taberna de Valdepeñas.