La Agrupación Musical Maestro Ibáñez y la coral dieron el concierto de Semana Santa a beneficio de Hugo

El sábado 9 de abril, a las 20:00 horas, en el Auditorio Municipal “Francisco Nieva”, tuvo lugar el Recital de Semana Santa de las Agrupaciones Coral y Musical “Maestro Ibáñez” a beneficio de “Hugo – A.M.E. nunca caminarás solo”.

 

Es primavera, Señor, es primavera

y huele Valdepeñas a tomillo y a romero,

es momento de saber por qué te quiero

y esperarte escondido en una acera.

 

Te he traicionado y aún te espera

la muerte en una cruz. No quiero

que redimas mi culpa en un madero,

no quiero tampoco que te mueras,

 

aunque también yo te he crucificado

al olvidarme de Ti Te he negado

cada primavera, Señor. No es la primera.

 

Ahora siento tu amor aquí, a mi lado,

porque te siento Jesús resucitado

yporque es Pascua, Señor, y es primavera

 

 

La música es en su definición griega “el arte de las musas”, está hecha para que se sienta y en ella todos los sentimientos se encuentran en su estado más puro haciendo girar al mundo a su alrededor; quizás sea, después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable y se halla muy cerca de las lágrimas y los recuerdos.

 

Una vez leí que los músicos no se retiran pero que, en algunas ocasiones, paran si su interior se ha quedado vació de notas.

 

No sé si esto es cierto pero he podido comprobar que es un veneno que, una vez se ha metido en tu interior, nada te puede separar de él y se convierte en la forma más bella de locura.

 

La historia de esta coral y de esta banda es la historia de cientos de locos, contagiados por los sueños de sus directores y que fueron alumbrados al mundo de la música bajo sus magistrales batutas.

 

Hoy estamos aquí, no sólo para ofrecerles un trabajado y hermoso concierto; también nos convoca Hugo y su familia, una sonrisa que se hace solidaridad persiguiendo un horizonte.

 

Con ellos, ochenta años de coral, más de cien de banda. Sólo imaginen por un momento la cantidad de notas, de historias y de anécdotas que pueden acumularse durante este tiempo y, después, sólo aplaudan las páginas de locura que se encierran en los sueños de sus actuales directores: Carmelo Navas López y Carlos Ramos Regidor.

 

         Y comenzó, la primera parte del concierto, dedicada a “espirituales”, esos cantos que en el siglo XVIII, en el sur de Estados Unidos comenzaron a desarrollarse como serie de “cantos espirituales de negros” como contestación a los “cantos espirituales de blancos” y que, muchas veces, eran adaptaciones populares de los himnos religiosos protestantes, hechas por trabajadores afroamericanos que generalmente estaban esclavizados o discriminados.

Para mejor aprenderse los textos, lospredicadores cantaban un verso, y la congregación lo repetía después. Esta forma caló fácilmente entre la población afrodescendiente, puesto que la estructura de “llamada y respuesta” es usual en la música africana.

Y se pudieron escuchar, bajo la acertada dirección de Carmelo Navas López :

  • “No tardes Tom”, una canción de plantación de Stephen G. Foster.
  • “Errante soy”, canción de “llamada y respuesta” de R.F. Ynera
  • “Vamos por la vida” de Williams un espiritual de búsqueda de Dios.
  • “S’namibog”, espiritual blanco” de Pavel Tchesnokov, cantado en búlgaro antiguo, y referente en la iglesia ortodoxa rusa.
  • “Oremos a Dios nuestro Señor” (“Letus break bread together”, otro espiritual de “llamada y respuesta”.
  • “De PromisedLand”, el primer espiritual que aprendimos con Inés en esta Coral y con el que terminó la primera parte.

 

         La actuación de la Agrupación Musical “Maestro Ibáñez” se inició con la interpretación de “Jesucristo Superstar” de Andrew Lloyd Webber y letras de Tim Rice. Una adaptación libre y con anacronismos, que se centraba en los últimos siete días de la vida de Jesús de Nazaret, comenzando con los preparativos de su llegada a Jerusalén y finalizando con la crucifixión.

Su segunda interpretación fue el famoso “Adagio“ del Concierto de Aranjuez, escrito en Parísen 1939 y estrenado en 1940 en Barcelona.

José Luis Alcántara tocó el fliscorno para la interpretación de su segundo movimiento, marcando paso lento y melodía. Este adagio es un diálogo musical entre Dios y el compositor, una lastimera oración de súplica para que no se lleve las almas de su mujer y de su futuro hijo; un diálogo que comienza con un precioso fragmento, un desconsolado paseo de vuelta a casa después de conocer la noticia, y el inicio de esa plegaria al Todopoderoso. Hay en el movimiento pena, rabia y desesperanza; al final, en el clímax, Joaquín Rodrigo "oye a Dios" y por fin se produce la aceptación del hecho y la paz del autor.

La tercera pieza se correpondió con “La última noche”, un  poema sinfónico de Víctor Manuel Ferrer, Granada 1981.

Jesús sabe que ha llegado su hora, sabe que no habrá forma alguna de frenar lo que ha de llegar. Su parte humana se hace presente, tiene sus momentos de debilidad que le afloraron durante la noche en el huerto de los olivos ¿Cómo no sentir temor ante la seguridad de un trágico destino? Se ve solo con su carga, sus oraciones no servirán de nada, si acaso para sobrellevar la terrible espera; estaba condenado.

Está ya Jesús en el huerto.

Sabe su futuro cierto

pues el apóstol traidor

le ha vendido a los romanos

y espera su prendimiento

Comenzando su oración

el cuerpo trasfigurado

presiente que su momento

está a punto de llegar

y duda en su sentimiento.

 

“Aparta este cáliz, Dios Mío.

--me dicen que ha musitado,

y un intenso escalofrío

al escuchar su plegaria

recorre el verde olivar--

Si es posible”. Le ha pedido

Y al saber que su destino

es morir crucificado

solamente se ha escuchado:

“HágaseTu voluntad”.

 

Ha visto a Pedro dormido

al “lao” de sus compañeros

y muy triste y afligido

ha vuelto su rostro al cielo.

Una lágrima divina

ha caído de sus ojos

y arrodillado entre hinojos

ha visto llegar a Judas

que le ha entregado en un beso

su alma llena de dudas.

 

Y cuentan que lloró la luna

viendo como maniataban

y preso, así, se llevaban

a comenzar su amargura

a Jesús, el Nazareno.

“Es la hora” –les ha dicho—

Así fue el Prendimiento.

Y once sombras presurosas,

al ver al Maestro preso,

han escapado del huerto.

 

En un huerto con olivos

lo vinieron a prender…

No quiso que sus discípulos vieran derrotado al hombre que días atrás entraba triunfante en Jerusalén, aunque el héroe más grande estaba viviendo, como cualquier mortal, sus momentos más bajos.

Y terminó la segunda parte con la interpretación maravillosa de “Hallelujah” una canción de Leonard Cohen publicada en su álbum Various Positions en 1984 y en la que música un poema basado en historias bíblicas, relatos antiguos, creencias, la fe y las inseguridades e inquietudes existenciales.

La interpretación de la banda y la dirección de Carlos Ramos Regidor: sencillamente sublime.

Llamamos de nuevo a la Agrupación Coral “Maestro Ibáñez” y, en el gran escenario del teatro-auditorio, se juntaron más de cien personas para ofrecer la tercera parte: las marchas de procesión cantadas.

 

Sale ya el Señor del Cristo

camino a la madrugada;

clavadito va en su cruz

como si no le importara.

 

Lo han sacado de su iglesia,

despaciosos, con gran calma,

como “pa” que no le duela,

y así no derrame lágrimas;

va cargadito a costal

y lo portan costaleros

que lo llevan en su alma.

 

Y un poquito más atrás,

clavando en Él su mirada,

sin saber muy bien qué hacer

“callaita” lo acompaña

con un suspiro en su pecho,

con un suspiro de plata,

una Virgen que es su Madre

y que llaman de la Palma

que le va diciendo a Dios

casi, casi sin palabras

que si es posible, que pare,

que lo llevó en sus entrañas,

que lo ha llevado en su vientre,

pero hoy la noche avanza.

queriendo teñir de luto

todo el bronce de su cara.

 

¡Mirad cómo van los pasos,

pareciera que no “andaran”;

van “poco a poquito a poco”,

avanzan con las pisadas,

y sus costaleros rezan

con el brío de su raza!

 

Y llevan a su Señor

cargándolo a sus espaldas,

los cuerpos son uno solo

esperando la llamada,

esperando el golpe seco

que le ordene otra parada

y poder beber un trago

del agua que Él consagra;

mientras lo llevan despacio,

como “pa” que no se vaya

y su paso “racheao”

se confunde con la nada

cuando caminan y quieren

verle su cruz aliviada.

 

Con estos versos se introdujo la marcha de procesión “Costalero” con la música de Martín Salas y la letra de Pascual González y Tomás Megía. Increíble el sentimiento desplegado.

Y llegaron los sones de los campanilleros, como si fueran a cantar el rosario de la aurora:

 

Ya sale la Macarena

“pa” visitar su Lucero,

lleva en su rostro la pena,

vabordada entre azucenas

pues va siguiendo un Cautivo

que portan los costaleros

con pasitos “racheaos”,

con pausado movimiento;

y su gente, en las aceras,

se santigua fervorosa

mientras contiene el aliento.

 

Al “quejío” de una corneta

el “quejío” se ha hecho saeta

en la calle del Pocico,

pareciera que una estrella

haya anidado en su pecho

buscando su alma serena.

 

Siete puñales la siguen,

siete puñales la alcanzan,

siete flores, siete besos,

siete versos, siete lanzas,

siete, siete, siete… ¿Siete?

 

Mil oraciones calladas

siguen a mi Macarena

cuando llega a “Los Manchegos”

y los varales la arrullan;

los cirios no la calientan

y el silencio de los niños

y el sonido de la banda

la cambian por Esperanza.

 

Decid vosotros, decidme,

decídmelo por favor,

decidlo con el silencio

y desde todo el fervor,

si hay otro sentimiento

más grande que el que sentís

cuando en el Miércoles Santo

y arropada entre su manto

por las calles de su pueblo

os cautiva con su encanto

siguiendo a Jesús Cautivo

y esperáis en las aceras

para enjugarle las lágrimas

a la Virgen Macarena.

 

--No llores –le dice un niño--,

no llores Virgen Morena,

no llores más Macarena,

no tengas Tú tanta pena,

no llores Tú que, en la escuela,

me ha contado mi maestra

que el Cautivo resucita

tras pasar la luna llena.

        

La música del maestro de Manuel López Farfán y las letras de Carlos Cano y Tomás Megía, sirvieron para una maravillosa conjunción de música y voz.

“Callejuela de la O”está basada en la rumba “Amanecer de Triana”, adaptada a marcha de palio y dedicada a María Santísima de la O de Sevilla.

Una noche de mediados de febrero a Carmelo Navas, nuestro director, se le ocurrió escribir esto:

 

Olor a incienso va llenando ya mi calle (lere, leré),

los nazarenos van llegando ya al lugar

donde yo vivo esperando a mi Virgen

que sube al cielo a la voz del capataz.

 

Y los varales por la esquina ya se asoman

y la carita de mi Virgen ya se ve

y con mis lágrimas le digo a la Señora

esta oración que desde niño recité,

esta oración que desde niño recité.

 

María, mírame con tus ojos de madre,

María, enséñame cómo es tu padecer,

María, guárdame como tú sólo sabes,

María, llévame al cielo junto a Él.

 

Y cuando pasa mi Virgen quiero

secar su rostro con mi pañuelo;

y es que sus lágrimas me llegan hasta el alma

de mi Madre Inmaculada.

 

Y veo como un niño le tira un beso

y un abuelo la mira con devoción

y yo le digo en silencio que la quiero

y le repito confiado mi oración,

y le repito confiado mi oración.

 

María, mírame con tus ojos de madre,

María, enséñame cómo es tu padecer,

María, guárdame como tú sólo sabes,

María, llévame al cielo junto a Él.

 

         “Callejuela de la O”  es de Paco Lola y Martín Salas y la letra de Carmelo Navas.

 

         Terminaba este concierto con “Caridad del Guadalquivir”, dedicada a la Virgen del Baratillo.

 

Olor de azucenas

en mis viejas calles,

en el Viernes Santo

de esta primavera;

por sentirla a Ella

eres Valdepeñas

la que ahora sueña.

 

No sé qué sentir,

no sé qué sentir,

lágrimas al viento

derramo por ti.

 

Tañen las campanas,

rebotan sus ecos,

son tus lagrimillas,

perlas sin reflejo;

te espera en la plaza

un Cristo silente

que espera su muerte.

 

No sé qué sentir,

no sé qué sentir

llantos y oraciones

van detrás de ti.

 

Vuelan golondrinas,

van surcando el cielo

tras un Nazareno

que ahora se arrodilla

y un niño lo mira,

vuelan tres cigüeñas,

reza Valdepeñas.

 

No sé qué sentir,

no sé qué sentir,

lágrimas al viento

derramo por ti;

no sé qué sentir,

no sé qué sentir

llantos y oraciones

van detrás de ti.

 

 

La música era, nuevamente, de Paco el de la Lola; yo tuve  el atrevimiento de cambiarle la letra, me dio envidia lo que había hecho Carmelo, y ahora también es un poquito mía.

Dimos las gracias a los trabajadores del auditorio, a la Concejalía de Cultura por el préstamo gratuito del escenario, al trabajo de nuestros directores, Carlos Ramos y Carmelo Navas, al público por sus aplausos y, sobre todo, por ser solidarios con Hugo.

Ante la cantidad de aplausos, nos dispusimos a poner el broche final con esa interpretación que “pone los pelos como escarpias” y hace recorrer un escalofrío por los corazones de la gente que la escucha:

 

¡Dejadme en mi desconsuelo,

que rece el valdepeñero,

dos ladrones y un Mesías

tras un lento agonizar

están en sus cruces muertos!

 

¡Traedme ya la escalera!

¡Descended a mi Jesús!

¡Desclavadle las muñecas

y bajadlo de la cruz

que han apagado su luz!

Sólo quiero acariciarlo

¡Desenclavadlo despacio

y no hacedle ya más daño!

--gime su Madre a su vera

abrazada a Magdalena--

y comience la saeta.

que le escribió el tal Machado,

ese poeta andaluz,

que yo me muero de pena

y rueda la luna llena

camino a otra “madrugá”.

 

 ¡Bajádmelo de la cruz!

¡Traedme ya la escalera!

 

“La saeta” se abrió paso para posarse en las almas de todos los asistentes al acto y las palabras de Antonio Machado y la música de Joan Manuel Serrat se cobijaron en sus corazones para terminar en un aplauso atronador de todos y para todos.