Palabras elogiosas para el poemario 'Y volverá el hombre'
Cuando conocí a Juan Camacho hace un año, advertí la profunda vinculación que tenía con Valdepeñas y me hice una pregunta que se hubiera hecho cualquiera: ¿Qué une a este vasco desde que tenía dos años, a esta tierra manchega que tan poco conoció y tan lejana se le tiene que mostrar en todos los aspectos?
La respuesta ha sido respondida a medida que hemos estrechado lazos de amistad más profundos. El enraizamiento en otros territorios, creo que es algo casi biológico, que ya viene marcado de antemano en el ser humano. Esa capacidad de adaptación camina con nosotros desde nuestro nacimiento, es un cromosoma más de nuestro genoma hereditario, nos es transmitido por nuestros ascendientes, valdepeñeros en este caso, cómo medida de pura supervivencia. Pues bien, toda esta afinidad con nuestra tierra manchega por parte de Juan, el autor de “Y volverá el hombre”, se vislumbra cuando uno medita su obra.
Juan Camacho que por naturaleza es hombre inquieto, atesora ya como poeta otros dos poemarios “El Dios del olvido” y Trasvase de palabras a un soneto”, además de una obra de teatro y numerosos artículos de opinión en periódicos nacionales.
Como poeta yo lo considero fiel representante de un apartado dentro del concepto general de la poesía, que me atrevo a denominar como “humanismo solidario”, y perdonen mi osadía. Una manera de entender la literatura y el arte en general, desde el compromiso amplio con el ser humano. Los sentimientos y las emociones no son completamente personales, sino que en cierto modo pertenecen también a la colectividad. Trascender la subjetividad del individuo y reconocer el ser que piensa en el otro.
El escritor, entiendo yo, es un ciudadano responsable que, cuando la injusticia y la deshumanización azotan, pone su sensibilidad, su inteligencia y su pluma al servicio de la sociedad. El poeta Juan Camacho en este bello poemario que publica, la editorial C &G, se implica y sin renegar de las formas estéticas, asume los modelos ideológicos que deben perseguir vida y hombre. Modelos referidos a nuestra relación con la muerte, por ejemplo. Amor ir calladamente, sin estridencias, sin ritos, sin homenajes. Que sea el amor hace tiempo entregado, el que junto con el viento se encargue de descubrir si hay un trozo de sol al otro lado.
O de nuestras dudas teológicas en nuestra relación con Dios y sus consecuencias. La poesía de Juan Camacho, aunque profana con creencias exacerbadas, o demasiado solemnes, queda teñida de cierta religiosidad no literal, no jerarquizada.
“Y volverá el hombre”, sobre todo es expresión de amor. Sabido es lo difícil que resulta distinguir el amor como poder elemental, de la expresión amorosa en cualquier género artístico. Pues él lo consigue. Y habla de la soledad del escritor enamorado, que se subyuga ante la expresión amorosa hablada y no escrita. Del calor de una mirada, como impulsora de la manifestación amorosa. De la generosidad del olvido para cultivar la máxima pasión, o de la importancia del contacto de la piel, del deseo físico para llegar a un amor existencial o idílico.
La palabra escrita tiene el poder de generar ideas, de convencer y crear influencias a favor de…o en contra de… y ahí es donde entra la responsabilidad del creador comprometido que es Juan, y de sus versos deduzco lo siguiente: los aplausos nunca deben ser el acicate hacía los deberes incumplidos; pero, además que tu mensaje (poeta), no se suicide con el apagón de los oropeles.
La sociedad actual contemporánea en la que vivimos, desgraciadamente pasa por alto muchos de los males, de las ruindades que a Juan preocupan, labor aún más encomiable la suya y a la que ningún poeta debería renunciar.