A fin de cuentas, poemario de Manuel Cortijo Rodríguez

A fin de cuentas. Portada

La luz nos acompaña desde siempre, pero también su ausencia, esa tiniebla que denominamos oscuridad. Publicado por Mahalta y con prólogo de Cristóbal López de la Manzanara, el último poemario de Manuel Cortijo Rodríguez (La Roda, 1950), “A fin de cuentas”, es una obra de luz plena y de oscuridad ausente desde su principio, desde ese poema introductorio y sin título que nos desvela el algoritmo estoico para vivir lejos del pasado y de sus sombras.

La primera parte de la obra se titula “A cuentas con la luz”. En el poema “Meditación”, Manuel Cortijo nos ofrece una imagen crepuscular de la vida en esa asumida conciencia del paso del tiempo: …sabré que soy el saldo resultante/ del tiempo que ya he sido. En los versos de “Es el momento”, el autor nos desvela la epifanía y generosidad del poema, su dádiva altruista, también ese renacimiento interior del poeta que logra felizmente concluir sus versos. Pero es en el poema “Mirando por la luz” donde Manuel Cortijo logra la más lírica definición de esa luz inherente a sus versos: la luz es la brújula de la verdadera vida, la que nos redime y nos aleja de penas, vanidades y destellos equívocos. Enel poema “Inspiración”, el autor nos ilustra sobre esa disyuntiva en torno a la creación literaria: la inspiración es la que susurra los versos al poeta o es el trabajo el que edifica el poema. Creo que, como cree Cortijo, el trabajo atrae la inspiración y por eso él la invita a personarse mientras escribe. J. W. Goethe (1749 – 1832), escritor alemán del Romanticismo, afirmó que “Aquello que puedes hacer/ o sueñas que puedes hacer/comiénzalo./ La audacia tiene genio, poder y magia.”

En “Esta luz de hoy”, Manuel se cobija bajo esa claridad inédita para desvelar sus intenciones e iluminar con ella la estancia donde se gestarán los versos. En su poema “Andamio”, el autor transita desde la luz hacia la vida, hacia esas piezas trabadas entre sí que ascienden bajo el temor de un derribo súbito capaz de desbaratar todo lo que somos: voluntad, empeño, determinación. Manuel Cortijo es un poeta honesto. Es un poeta consciente de las críticasy, en vez de rechazarlas, reflexiona sobre las mismas. En “Reprobación”,el autor confiesa que le reprochan el abuso de la luz en sus poemas. Manuel, tras meditar sobre ello, admite que la luz vive en él, y que se engarza de forma natural a sus versos, y que permanece en ellos con la voluntad de inflamarlos de toda su verdad. Porque Cortijo utiliza las palabras para encontrar esa verdad, para engendrarla, desbastarla y tallarla con la gubia de sus versos.

   “El tiempo de la luz” es un poema en el que Manuel identifica la mirada del amor con su hogar, hábitat de la verdad y de la vida. Es un canto al recuerdo de la infancia, a la certeza de haber nacido para estar con su amada. Y es un ruego para permanecer juntos en nombre de una luz —lenguaje, tránsito, temor y destino— que acude para quedarse: …para que arda a más vida sin quemarse/ y al fin se perpetúe/ el tiempo de la luz en nuestros ojos.Y así, al término de esta primera parte, recordamos los versos de Claudio Rodríguez: “Te he conocido por la luz de ahora/ tan silenciosa y limpia/ al entrar en tu cuerpo, en tu secreto…”

 

“Tomar de lo que viene”,es el título de la segunda parte del poemario.Es aquí donde se alberga la visión más intimista del universo lírico del autor. En los versos de “Andar por nuestra historia”, Manuel Cortijo asegura que los relatos personales impactan en ese oyente que suele identificar lo escuchado con pasajes de su propia vida.Es la historia, al fin, la que cuenta la verdad, la que desea ser contada, la que quiere que se sepa todo el amor pasado, toda la verdad vivida.Es la indecisión, el caminar errático, insatisfecho del poema “Impromptu”, en el que el autor reclama esa postura estoica de aceptar lo que tenga que venir. Es esa paranoia inicial de unos ojos ajenos que luego Manuel Cortijo acepta, y necesita, y agradece: No pienso en otra cosa que no sea/ estar en ellos siempre: / perpetuos ojos/ de este tiempo que soy/ siendo quien soy. Y es, sobre todo, el homenaje al poder sanador de las manos de su madre durante aquellos lejanosfríos de la infancia.

El sitio del amor no se negocia, / no admite variaciones ni permutas, /es una condición del sentimiento: así comienza este emocionante recuerdo de La Roda, el pueblo donde nació Manuel Cortijo, el solar donde escribió sus versos primeros, donde aún palpitan, distantes y próximos a la vez, el fulgor blanquísimo de un patio y el gorjeo crepuscular de los gorriones. Y es el sentimiento del autor el que se desborda cuando, en su poema “El río”, nos muestra el amor por su tierra, por su infancia, por su padre: …veo a mi padre en lo suyo, /creyendo hasta acabarse en lo que hacía.Su amor hacia aquellos días azules de octubre, entre capachos de esparto, dulzores de vendimia y aguas de sueño y cristal. Las pretéritas aguas de un río inolvidable. Las pretéritas riberas —juncos, sauces y chopos— del Júcar.

 “En la feria” es un poema que evoca, quizá, su sentimiento másarraigado. Es la intimidad entre una madre y su hijo, el lírico retorno a su niñez, la imagen de la felicidad condensada en un martillo y un garrote de caramelo comprados en la Feria de Albacete, su tierno recuerdo atrapado para siempre en su memoria …para que ella sepa/ que ni la muerte puede/ cambiar lo que hemos sido/ de lugar.Y esta visión melancólica de la vida arrojadaa los brazos de la memoria se acentúa en el poema “Vivimos por vivir”. El declinar de la vida nos contempla, sin lágrimas, sin lamentos, con sombras que entenebrecen la luz, pero el autor nos receta un remedio, una medicina apretada de estoicismo: evitar las prisas y …ver llover la vida, sobre todo/ lo mojado que nunca/ va a secarse.

“Visión de lo que acaba” es, quizá, el poema más emocional de Manuel Cortijo. Tratado con dulzura extrema, estos versos son un mestizaje entre descripción y epístola, un poema que nace de lo hondo de su ser y que escribe a su hermana. El alzhéimer —el silencio de la memoria— es dolor resignado, pero también esperanza en esa luz de Dios que habita en la otra vida.

 

   La tercera y última parte del poemario se titula “Si esto fuese palabra”.Para Manuel Cortijo, la voz del poema es exclusiva, exigente, reposada. Es esa voz la que ilumina los versos, la que los hace lumbre alta, duradera y resplandeciente para …no quedarse tan sólo/ en la ceniza. Para el autor, la creación literaria es imprescindible. Nada hay más importante para un escritor que el trabajo de cada día, el forjar palabras, versos y poemas. El forjar con empeño tu vida misma. Porque Manuel Cortijo, además de un poeta honesto, es un poeta humilde. No se considera dueño de la luz,aunque la viva, no se considera dueño de los versos que precisa, no se considera dueño de las palabras porque …antes de que me vea andando a oscuras/ no me vendría mal huir de enaltecerme... 

   En su poema “Alguien tira de mí”, Manuel vuelve a considerar el tema de la inspiración, esa inquilina de la alborada, esa fuerza del azar que modula su vigilia y que le dicta versos al alba. Versos que, agradecido, Manuel garabatea en un papel cualquiera para que el olvido no los borre para siempre. Porque la comunidad de las palabras sólo obedece al fulgor de lo auténtico. Son las palabras las que eligen sus veredas y edifican la belleza en contra de esos versos sin alma, tantas veces repetidos. Para Manuel Cortijo, las palabras merecen todo nuestro respeto, como si fueran seres vivos que precisamos para existir. Los versos pergeñados con esas mismas palabras nacen así libres, añorados, inmunes a la ambición, al sometimiento, al mercantilismo y a la posesión, porque el poema sólo podrá ser tuyo cuando quiera. Fue el poetaLuis Rosales el que escribió: “…la sustancia del alma es la palabra; / la palabra donde todas las cosas extensas y reales / se encienden mutuamente…”

El arte/ necesita el saber de una mirada/ que arda en la dirección de cualquier logro... Estos versos del poema “Disyuntiva” ilustran el pensamiento del autor. Si ignoramos la belleza, el arte deja de tener sentido y nos quedamos en la piel, en esa lámina apenas rozada por la luz. La belleza es luz, es generosidad. Y necesita una mirada atrevida que ya no pueda desasirse de esa belleza iluminada. Una belleza que ya no se perderá entre sombras, tiniebla y oscuridad.

   Manuel Cortijo insiste en que lo único honesto es decir la verdad. Afirma que trabajar las palabras ya es viviry que él las utiliza para decir quién es. En su último poema “A fin de cuentas”, titulado como el poemario que nos ocupa, Manuel nos alerta sobre la implacabilidad del tiempo. El recuerdo nos seduce, lo buscamos mientras la vida se apresura para alejarnos de la luz, para dejarnos caer, indefensos, en el silencio. Pero ya antes, Manuel Cortijo nos muestra el antídoto contra este melancólico final: el tacto feliz de un poema, la fraternidad de los abrazos, la búsqueda de la belleza, el hallazgo de la verdad, las sonrisas de la infancia, aquellos días azules de octubre y la caricia inmarcesible de la luz. El bálsamo perfecto para una vida plena.