"El tiempo es el silencio que nos habla" de Juan Pedro Carrasco
“El tiempo es el silencio que nos habla” es el sugerente endecasílabo que da título al magnífico relato de Juan Pedro Carrasco. Una narración que ha sido galardonada con el primer premio en el VIII Encuentro literario de relatos “Noches de luna Llena en El Trebolar 2021”, organizado por el club de lectura Entre líneas de Valdepeñas y “Agrícola El Trebolar”.
El autor utiliza la cadencia del paso de los años como engarce para relatar los recuerdos del protagonista y, durante su lectura, nos impacta con frases que son casi sentencias, “el tiempo es cómplice de la memoria”, “el pasado vuelve a cada instante”, “Todo llega, aunque creamos que no”, “Y llegaron los momentos de las pérdidas”. Verdades incómodas que, en ocasiones, pretendemos ignorar para, en vano y en un afán tal vez pueril, intentar ocultarlas en la cotidianidad de nuestras vidas.
El protagonista es un anciano viudo que regresa al pueblo donde nació, que vuelve con ánimo de permanencia al mismo solar que habitaron sus ancestros. Es un retorno a ámbitos conocidos, pero que han sufrido cambios muy profundos. Es el recuerdo, con la nostalgia de lo que ya no volverá, de situaciones y anécdotas acerca de sus amigos de entonces, también añoranzas del cerro de san Blas, de las cuevas de las bodegas de hace décadas, del agua agria del Peral y del molino de Gregorio Prieto, iconos que, en su mayoría, aún perviven, incólumes, en la ciudad de Valdepeñas.
El anciano nos habla de la vida actual de sus hijos en el extranjero y, sobre todo, de cuánto aprecia a su nieto Jacques Miguel, un chaval que anhela visitar las calles, rincones y gentes de nuestra ciudad, lugares que solo conoce a través de las historias que su abuelo le ha ido contando, en un sutil homenaje al lugar de nacimiento del autor.
Sí, el protagonista retorna a su tierra, restaura la casa de sus padres y, como símbolo que enlaza el inicio de la vida con la inevitabilidad de la muerte, restaura la cuna donde se mecieron sus primeros sueños y también el reloj despertador que habita desde siempre sobre el mármol de la mesilla del dormitorio. El anciano hace una reflexión final sobre la ausencia de niños jugando a la pelota en las calles de su ciudad. Demasiados coches, algún cartel de prohibición, esos juegos virtuales que, ahora, acaparan el tiempo de los más jóvenes.
Un relato resuelto con el oficio de un escritor ya imprescindible que debe ser conocido y, sobre todo, recordado, Juan Pedro Carrasco y “El tiempo es el silencio que nos habla”