Reflexiones sobre el significado y pasos de La Borricá de Torrenueva
Torrenueva entera está volcada con la familia del abanderado a la que toda una multitud estará esperando para ver cómo baja la bandera a las dos de la tarde, al son del tambor y la armonía sonora de la banda de música Edeba; bandera, que está colgada desde las ocho de la mañana del día solemne, ese martes de Carnestolendas.
Por la promesa hecha al encomendarse a las ánimas y en agradecimiento a las mismas, ondea la bandera y portan el bastón de mando, abriéndose paso acompañados por el séquito de caballistas y algunos burros, cuya presencia se ha visto diezmada por los avances tecnológicos.
Al ritmo y al son del tambor; tambor que nos recuerda a aquel de antaño, el hermano cofrade de Nuestra Señora de la Cabeza, cofradía fundada en el siglo XVIII, tocaba en las procesiones religiosas. En aquella época era conocido como caxa: “La caxa cubierta de luto”. El tamborilero que salía en procesión cubría su tambor con un paño oscuro, en señal de duelo. Podríamos pensar que los toques del tamborilero de la Borricá de hoy en día siguen conservando el pathos y la solemnidad de aquellas procesiones ejecutadas por las cofradías y hermandades de los siglos XVII y XVIII.Antes de que llegue el ansiado día, tiene lugar la Novena, cuyas oraciones son acompañadas por las hachas o velones, con los que se alumbra durante nueve días la bandera, el bastón y las banderas chicas de bolsillo. Las mujeres tienen especial protagonismo en este acto. Las banderas chicas serán las guardianas de la limosna, ofrecimiento a las ánimas. El abanderado, hace entrega de la bandera, el bastón y la ofrenda al cura párroco, a la hora del ofertorio, sobre las seis de la tarde, después de varias carreras a caballo a través del pueblo, las distintas ermitas y la casa de la familia abanderada, en cuya calle se les ofrece comida y dulces a todos los participantes.
Al margen de la ritualidad de los pasos del martes de Carnestolendas, nos interesa desvelar el inmenso esfuerzo y carisma de los familiares del abanderado, ansiosos de socorrer a cualquiera, ofreciendo víveres a toda una inmensa multitud de presentes. Por otro lado, el pueblo entero se vuelca en cuanto a los preparativos necesarios anterior al acto y posterior al mismo. Es primordial para ellos abastecer de comida y bebida a todo aquel que acude de cerca y de lejos de la localidad para vivir el latido de la Borricá.
Dejarse llevar por su esencia pagano-religiosa no supone ningún esfuerzo porque uno se siente embriagado por ella. Todo este crisol de actividades supone una serie de labores diversas que solo saben y conocen bien aquellos que las ejecutan con esmero durante semanas, personas que año tras otro, estarán al lado del abanderado, cada cual volcado en su especialidad: la cochura de los dulces y salados o elaborar el líquido elemento, esta limoná de sabor inconfundible para la cual se han tenido que verter ingentes arrobas de vino blanco, agua, gaseosa, azúcar y naranjas. El proceso exige la correcta mezcla de los ingredientes, labor, que es llevada a cabo por los hombres, que deben seguir las indicaciones de su líder, como es el caso de Facundo, un torreveño que con tan solo dieciséis años aprendió el secreto de la elaboración de la limoná. Tampoco faltan otros líquidos como el zumo de fresa o el café, celosamente guardado y solo ofrecido junto a su correspondiente puro, a los caballistas. Así mismo, una gran caldereta de patatas con carne magra y verduras es elaborada con gran diligencia, labor culinaria que también corresponde a los hombres. Bocadillos, tortillas de patatas, entre otras viandas y exquisiteces, suelen formar parte del convite ofrecido por la familia.
Respecto a la cochura, una vez fritos y horneados los dulces se almacenan en cajas, lo habitual, en alguna estancia concreta de la casa del abanderado, llamada “habitación de la cochura”. Esta labor repostera es llevada a cabo por las mujeres, tanto del círculo más íntimo de la familia abanderada como por vecinas torreveñas que se dan cita y reúnen fuerzas, dejándose “las manos en la masa”, nunca mejor dicho, para que en este día haya suficientes rosquillos, buñuelos, coquillos, sequillos, ojuelos, y tampoco falten los salados como los cheches. Para esa ingente labor culinaria se ponen a su disposición, hasta las panaderías de Torrenueva. Se crea un momento de unión femenina, donde tampoco es excluido ningún hombre, ya que ellos suelen encargarse de verter el saco de harina en la máquina de amasar, contribuyendo además con su charla, para que el proceso culinario sea más ameno.Durante estos días, la presencia y el apoyo incondicional tanto de aquellas o aquellos que han sido abanderados ya, como de los que lo serán en años futuros se palpa en el ambiente, transmitiéndole a la familia abanderada más ganas si cabe de seguir adelante para cumplir con su promesa. La familia del abanderado que, a pesar de sus miedos que pueda albergar, finalmente, suele ser capaz de vencerlos. Como si el instante de verse subido tanto el abanderado a caballo, portando la bandera, para cumplir con su promesa, encomendándose a las ánimas, como sus familiares y amigos, y el resto de los acompañantes, les viniese toda la fuerza necesaria para llevar a cabo esta ceremonia religioso-pagana.
Volviendo a las viandas, hemos de decir que las cochuras y la limoná, junto a otros líquidos más, se ofrecen durante el día entero de la Borricá. La formación de dos bandos, perfectamente sincronizados a la hora del reparto, asombra a todo aquel curioso que decide experimentar la sensación de ser partícipe de algo tan envolvente como es esta fiesta. Por una parte, el bando de los que portan las bandejas de dulces, auténticos manjares torreveños, y por otro, quienes transitan entre la multitud, acarreando las garrafas de limoná y zumo de fresa en sus manos. Ambos salen para sofocar la sed y hambre de los caballistas. Estos caballistas serán los primeros a quienes atenderán, convidándoles a café y al puro, dado que son ellos quienes forman el séquito de la bandera y bastón. Igualmente, el resto de las personas también son agasajadas con estos manjares.
Esta celebración representa el hecho de compartir en sociedad, sin esperar nada más que un acompañamiento sincero, una reunión de todo un pueblo que, en este día y durante los anteriores a este día festivo, se entrega en cuerpo y alma porque siente y vive desde lo más profundo de sus entrañas su irrepetible y singular Borricá.
Autoras: Tonka Ivanova Angelova, Ana María Medina Pérez, Eva María Jesús Morales y Raquel Almodóvar Ortiz. Asociación ORISOS