Carta de un pequeño agricultor desesperado
Dirijo la presente carta a todas las personas relacionadas con el sector vitivinícola así como al resto de la gente que, en estos días, pueden observar el desfile de remolques cargados de uva y que luego disfrutarán de una copa de vino en un bar o restaurante.
Ya en los primeros días del mes de agosto, observábamos con preocupación cómo la uva no tenía el cuerpo y aspecto que debería (en nuestro caso, 6 hectáreas de tempranillo). Con el paso de los días íbamos percibiendo, con gran zozobra e impotencia, cómo la uva menguaba en tamaño cada día. A mediados de mes, ya muy preocupados por lo que pasaba, decidimos llevar a cabo la vendimia lo antes posible, con la angustia generada por la dificultad de contratar la maquinaria para ello, ya que eso fue lo que decidimos todos los pequeños viticultores al mismo tiempo.
Practicada la vendimia, calculo que, en mi caso concreto, he perdido aproximadamente un 25% de la cosecha.
En ese estado de congoja, llegó el momento más trágico, ese que podía conducir a cualquiera a la desesperación: ¡¡2,5 pesetas, es decir, 0,015€ el kilogrado, para la uva tinta!! El dato era demoledor!
La búsqueda en Google “precio de la uva en Castilla-La Mancha 2023” arrojaba la información de que, un año más, los dos potentados del sector, esas bodegas que todos conocemos, fijaban los precios en la región, precios que suponen la muerte del modo de vida del agricultor. Resulta difícil contener la rabia y el llanto en ese tipo de situaciones.
¿Cuántos de nosotros nos hemos preguntado si merece la pena seguir en esto?
Los datos hablan por sí solos:
-La disminución de las cosechas ha oscilado entre un 20% y un 50%, según los casos.
-Los gastos de producción se han elevado entre un 25% y un 30%, debido al aumento generalizado de precios de combustible, fitosanitarios, abonos, maquinaria, jornales, etc…
-El coste de producción estimado según un estudio de ASAJA en colaboración con la Universidad regionalpara la variedad tempranillo en regadío es 0,22 €/kilogrado para la D.O. Mancha (a la que pertenece la nuestra)y 0,37 para la de Valdepeñas; el de blanca airén es 0,20 €/kilogrado y 0,33 respectivamente.
Al pagar la uva por debajo de esas cantidades se hace por debajo de los costes de producción, lo cual vulnera la ley de la cadena alimentaria y se condena al agricultor a su extinción. Panorama sombrío.
El coste aproximado de una copa de vino ‘normalito’ en un bar o restaurante ronda los 4€ (665 pesetas) y, difícilmente, el precio de la botella baja de 20 euros (3327 pesetas). La comparación de estos precios con los que percibe el agricultor, primer eslabón de la cadena, producen sonrojo, indignación, y una desesperanza total.
A esto se añade el hecho de que pertenecer a la D. O. La Mancha (que en principio podría pagarse 2 pesetas/0,012€ más) no parece servir de nada porque no hay ninguna bodega o cooperativa que la compre como tal en toda la provincia de Ciudad Real, que es a la que pertenece nuestra pequeña explotación.
Quiero lanzar a los cuatro vientos, para quien quiera recibirlas, las siguientes preguntas:
-¿Dónde están los políticos, las instituciones, los organismos, o cualesquiera que sean aquellos encargados de gestionar nuestro sector agrícola, y que deberían velar por que no se abandone, especialmente por parte de losjóvenes y pequeñosagricultores?
-¿Dónde estála ICA, la Agencia de Información y Control Alimentario, que debe vigilarel cumplimiento de la Ley de la Cadena Alimentaria?
-Y ¿dónde estáis compañeros agricultores, pequeños en hectáreas, pero grandes en trabajo, sudor y lágrimas? ¿Tanto desprecio y maltrato os ha dejado mudos, con el ánimo tan roto que ya no hay fuerzas ni para la queja ni para la lucha digna?
- S. O. S.!!!! HAY ALGUIEN AHÍ?